Comentario: Gran expectación
la suscitada para ver a, posiblemente, el saxofonista más
técnico de la escena jazzística actual, a pesar
de que el velódromo de Galapagar estuvo bastante lejos
de llenar su aforo. Y gran expectación también
debido a la inusual formación y a la impresión
causada por su último disco. El Quindectet, una agrupación
de 15 músicos donde se mezcla sección rítmica,
vientos y cuerdas, prometía como conjunto y, por otro
lado, el CD registrado a nombre de tan original formación,
Wide Angles, recibió más de una crítica
debido al exceso de protagonismo del titular de la banda y
al escaso espacio con que contaron el resto de músicos.
Matices hubo, y muchos. Pero, como cabía esperar, la
propuesta ganó muchísimo en directo. Tras unos
retrasos debidos a problemas técnicos (y de comunicación
entre personal español y americano) Brecker salió
arrollando, demostrando que actualmente no tiene rival en
su estilo y ofreciendo una total entrega (no falta de populistas
concesiones) en todas las fases del espectáculo. El
grupo fue mixto no sólo en su naturaleza de cuerdas
clásicas y vientos jazzistas, sino en su configuración
territorial, ya que tan sólo cinco músicos han
acompañado a Brecker desde el otro lado del Atlántico.
El resto, músicos españoles a los que, según
el cincuentón saxofonista, había conocido unas
horas antes. Entre ellos Perico Sambeat, quien improvisó
al tenor y al soprano, empeñado como es habitual en
sus rápidas, técnicas y a veces cargantes frases
hard-bopperas, y que arrancó bastantes aplausos al
respetable, sobre todo después de ser presentado. Difícil
tarea la del valenciano quien, no obstante, ofreció
un nivel bastante elevado.
Los músicos extranjeros arrojaron luces, sombras y
bastantes colores intermedios. Alex Sipiagin, al que hemos
podido ver últimamente con la Big Band de Dave Holland,
estuvo correcto y discreto. Gil Goldstein ejerció de
director musical del grupo, interpretó una bonita introducción
al acordeón y acompaño con sobriedad al Fender
rhodes. Sobriedad patente en Boris Koslow, contrabajista de
la Mingus, y en la auténtica revelación de la
noche: Adam Rogers. El guitarrista dio una auténtica
lección tanto de improvisación como de acompañamiento.
Pocas veces se ha escuchado un uso tan inteligente de los
desarrollos motívicos como el que hizo Rogers en los
inicios de sus solos. Buen timbre de guitarra, claridad en
la ejecución, dominio de dinámicas e intensidades,
una auténtica maravilla. Si alguien alcanzó
el nivel de expresividad y efectividad del propio Brecker
ese fue Adam Rogers, un nombre a tener muy en cuenta a partir
de ahora. Pero no todo podía ser tan bonito, y el antagonista
de Brecker y Rogers, el auténtico villano de la noche,
fue el incontenible batería Clarence Penn. Sobreactuación
es poco. No cesó en tocar todos los elementos de su
kit de batería durante toda la velada, independientemente
de temas y situaciones. Sus acompañamientos a los solos
eran una sucesión ininterrumpida de breaks a cuál
más rápido y espectacular, pero totalmente fuera
de contexto. Doblaba tiempo cuando el tema no lo pedía,
golpeaba caja y platos a diestro y siniestro, condicionaba
radicalmente e incluso emborronaba las improvisaciones de
sus compañeros, y ofreció una sonoridad ruda
y desagradable. Resultó ruidoso hasta atacando una
balada con escobillas. Ese exceso de actuación fue
aún más reseñable teniendo en cuenta
la ya mencionada sobriedad de sus compañeros de sección
rítmica, con los que no afincó en ningún
momento del concierto.
Tan lamentable actuación incidió de forma negativa
en la interacción del grupo, máxime teniendo
en cuenta que las cuerdas apenas se escuchaban. En los pocos
momentos en que éstas tomaron protagonismo dieron bastante
libertad a Brecker, quien podía hacer variaciones mientras
violines y chelos sostenían la melodía. El repertorio,
de lo más variado. Abrieron con Arc of the Pendulum,
composición del Time Is of the Essence de hace cinco
años, arreglada especialmente para la ocasión,
y el de Philadelphia puso el listón altísimo
con un solo lleno de técnica y pasión. En ningún
momento decaería su nivel. Broadband, primer tema del
Wide Angles, y el Syzygy que grabara en su disco de debut
allá por 1987 (introducido por un rápido solo
de Brecker acompañado únicamente por la batería,
al estilo del coltraniano Countdown), dieron paso a uno de
los momentos álgidos de la noche: la reinvención
del EWI. El Electronic Wind Instrument, muy utilizado por
Brecker en los años 80, sobre todo en sus proyectos
con Steps Ahead, y abandonado en los 90, fue reintroducido
ayer con espectaculares resultados. Sus variados timbres,
acompañamientos sampleados, amplio rango de octavas
y, sobre todo, la imaginación de su dueño, provocaron
continuas sonrisas y un momento muy, muy agradable. El largo
solo de EWI dio paso a Timbuktu, una de las mejores composiciones
del disco del Quindectet. De ahí a la melosa balada
Angle of Repose (el momento de gloria de las cuerdas, incluyendo
a Koslov), y el brillante final con Itsbynne Reel, otro tema
de los 80, evocación de un reel irlandés, donde
el solo del saxofonista fue realmente increíble.
Para acabar, el bis: un auténtico fin de fiesta. ¡Las
barbaridades que pueden hacer músicos de este calibre
con un blues! Adam Rogers dio otra lección magistral
de cómo estructurar un solo, y el break de Brecker
en la entrada a su improvisación mereció ser
enmarcado. Las buenas condiciones tanto atmósfericas
como del recinto acabaron por completar una excelente noche,
que pudo ser redonda pero no lo fue por culpa de los excesos
del batería de Brooklyn.
Arturo Mora Rioja