Comentario: Ante un público
tardón e impertinente, ya en la última semana
de festival, asistimos a un concierto doble que, sin ser de
los más esperados, prometía bastante. Por un
lado, una curiosa agrupación que, bajo el epígrafe
de “Homage to Elvin Jones”, aunaba a excelentes
músicos afroamericanos y españoles. Por el otro,
el mítico contrabajista Ron Carter presentaba su propuesta
Foursight.
Con la gente entrando al auditorio ya bastante empezado el
espectáculo, la Larry Willis & Miguel Ángel
Chastang Band ofreció un buen repertorio de hard bop
donde casi todos improvisaban en todos los temas sin límite
de coros. Los líderes, curiosamente, los más
comedidos, pero haciendo un trabajo excelente. Willis, pianista
de la Fort Apache Band de Jerry González, aprovechó
para presentar alguna composición propia, y Chastang
demostró una vez más su profundo conocimiento
del lenguaje jazzístico. Las auténticas estrellas
estuvieron en la sección de vientos, donde Sonny Fortune
improvisaba con muchas notas y Eddie Henderson con pocas.
Ambos encontraron una versión más intermedia
de sí mismos a la flauta y la trompeta con sordina,
respectivamente. Frank Lacy fue un término medio en
cuanto a construcción de sus solos, si bien fue el
que más se quedó con el público, gracias
a su espectacular aspecto (con atuendo africano incluído),
su energía y su buen hacer. Digno de mención
fue un largo cuatro con la batería donde nos dejó
una improvisación de una sola nota. El aspecto menos
bueno vino de la mano de un desacertado Toni Moreno, excesivo
y ruidoso, con un molesto sonido de caja y un exagerado uso
de breaks que discontinuaba en muchas ocasiones el pulso de
los temas. Fue una lástima, ya que Willis y Chastang
formaban una excelente pareja rítmica. El repertorio,
a pesar de estar centrado en la figura del homenajeado Elvin
Jones (la gran desaparición del año), fue bastante
abierto.
La segunda parte del concierto nos trajo al cuarteto de Ron
Carter, que bajo el nombre de Foursight ofrecieron un material
bonito, elegante, muy bien arreglado y soberbiamente interpretado,
en lo que ha sido una de las más gratas sorpresas del
festival. Más que un cuarteto Foursight es realmente
un trío ampliado por el percusionista Steve Kroon,
quien dejó boquiabiertos a propios y extraños
con su interminable repertorio de instrumentos, efectos y
buenas ideas, demostrando un gusto excelente y un gran saber
estar en el escenario, ganando la atención de los asistentes
y desapareciendo alternamente cuando la ocasión lo
requería. Su percusión era el divertido contrapunto
a un trío que tocó con tal delicadeza que por
momentos parecíamos estar asistiendo a un concierto
de música clásica. Jazz de altísimo nivel
que, a pesar de estar lleno de swing, más que hacer
a uno mover el pie o danzar rítmicamente, invita a
escuchar con atención a los músicos: sus evoluciones,
su diálogo, su clase. Y como muestra un botón:
dicha atención se mantuvo intacta de principio a fin
de la primera interpretación, que duró ni más
ni menos que una hora. Una hora en la que el grupo fue empalmando
standards con tal naturalidad que más bien parecía
tratarse de una sola obra orquestal. Destacar entre ellos
la original versión de My Funny Valentine y un Seven
Steps to Heaven que el contrabajista ya grabara con Miles
Davis a principios de los sesenta, y que no por ello dejó
de parecer fresco. A la batería, un Payton Crossly
sobrio y entregado al sonido del grupo, y al piano un Stephen
Scott sensacional, atacando con brillantez y finura las partes
lentas, con swing y arrojo las rápidas, haciendo continuas
citas a otros temas, y llevando una gran parte del peso del
grupo. Carter, atesorando oficio y experiencia, no se erigió
en solista absoluto, como ha hecho más de una vez en
sus discos. Fue un elemento más del grupo, requirió
de sus compañeros y les asistió cuando lo necesitaban,
y dejó algunas de las mejores improvisaciones de la
noche.
Otro tema y el bis. Ya era bastante tarde para un martes,
y el público había quedado saciado con tan buena
ración de música. Los trajeados intérpretes
saludaron, se despidieron y dejaron un excelente sabor de
boca. Así da gusto acostarse tarde aunque al día
siguiente haya que madrugar.
Arturo Mora Rioja