Comentario: Una de cal
y otra de arena. Y eso que el resultado musical fue excelente
en ambos casos, pero ya empieza a cansar esa idea de que los
festivales de jazz acojan a todo tipo de músicas...
incluso jazz. Joshua Edelman es un buen pianista, habitual
de los escenarios madrileños, y la asistencia a los
conciertos de su trío es más que recomendable.
Angelisa son dos hermanas gemelas cubanas con buena voz y
buenas ideas. El compendio de ambas formaciones fue un ejemplo
de calidad fuera de contexto. El sitio de Angelisa se encuentra
desbancando de las listas de éxitos a los engendros
de Operación Triunfo y demás especies, no en
un festival de jazz. Y es que su propuesta, si bien tiene
toques cubanos, toques de jazz, toques de funk y de todo lo
que uno pueda imaginar, y a pesar de que la presenten como
fusión, si merece una etiqueta esta no es otra que
pop. Pop de muy alto nivel, música comercial de lujo,
muy muy bueno, pero fuera de lugar en un evento jazzístico.
Por fortuna en la segunda parte del espectáculo todo
cambió. Avishai Cohen no sólo ha demostrado
en los últimos años poseer un enorme talento,
sino una gran capacidad de evolución. Hace menos de
un año se presentó en la Sala Clamores con la
misma sección rítmica que anoche. Ofreció
un buen concierto, pero algo deslabazado, y por momentos parecía
tener a sus músicos como meros acompañantes
de su exhibición técnica. Anoche, con los mismos
compañeros, el Avishai Cohen Quartet sonó como
un auténtico grupo. El israelí se ha soltado
como compositor, y la música que presentó en
el Centro Cultural de la Villa, perteneciente en su mayoría
a su nuevo disco At Home, tenía carácter, sentido,
estilo. La pertenencia a dos de los grupos de Chick Corea
en estos últimos tiempos ha hecho crecer al contrabajista,
que volvió a ofrecernos lo mejor de su espectacular
repertorio de técnica, golpeando percusivamente su
instrumento, haciendo rápidos picados y preciosas frases
con arco, pero añadiendo a toda esa parafernalia un
muy buen concepto musical. Un tejado formidable para una casa
que, ahora sí, se construye desde los cimientos.
Ayudando a Avishai a presentar esa música estuvieron
Yosvany Terry, miembro también de otro de los grupos
del bajista, The International Vamp Band, muy efectista al
soprano y con poca presencia en los temas, pero bastante aplaudido;
el pianista Sam Bar-Sheshet, con mucho oficio para defender
las difíciles partituras e improvisando a buen nivel;
y Mark Guiliana, quien, como ya ocurrió en Clamores,
se convirtió en el segundo héroe de la noche
gracias a su intensidad, fuego y pasión. Si bien no
se trata de un batería formidablemente técnico,
es capaz de contagiar su ritmo a público y músicos,
erigiéndose en buen complemento para el estilo más
lírico de Cohen.
A pesar de la excelente propuesta mostrada el público
pareció algo frío. El remedio lo puso la transición
de Avishai al bajo eléctrico, instrumento que se le
da bastante bien pero en el que está muy lejos de llegar
al nivel que demuestra con el contrabajo. El concierto pegó
un sensible bajón de calidad en pro de los efectos
y la búsqueda de fácil complicidad con el público
que, por fin, reaccionó. Un ellingtoniano Caravan con
Sam Bar-Sheshet mostrándose divertido a la melódica
y el sonido pastoso de la guitarra bajo de Cohen dio paso
al bis, donde los miembros del cuarteto tomaron instrumentos
de percusión (igual que ocurre en los grupos de Chick
Corea) y Yosvany Terry ofreció una muy buena interpretación
con el chékere.
Buenas vibraciones. Avishai Cohen está dejando su rol
de promesa para convertirse en un líder de peso, buen
compositor y arreglista y, por supuesto, el maestro del contrabajo
que ya era. Esperemos que la evolución continúe.
Arturo Mora Rioja