Comentario: Dulces paradojas. El
jazz tiene estas cosas. El viernes 21 la fría noche
madrileña se tornó en acogedor calor en el Ateneo
Cultural 1º de Mayo, auditorio que el sindicato Comisiones
Obreras (o CCOO, como diría Alfredo Urdaci) ofreció
a la Concejalía de las Artes del Ayuntamiento de Madrid
(del PP), y lo que en principio estaba programado como un
trío fue en realidad un quinteto con invitados (hasta
un total de 11 músicos compartieron escenario simultáneamente),
más cercano a una big band que a lo que uno puede esperar
de un trío de piano. Paradojas, dulces paradojas todas
ellas.
Con algo de retraso apareció el New
Quartet en el escenario, con la compañía del
brasileño Rubém Dantas, habitual de la escena
madrileña, y que demostró estar en todo momento
a la altura del grupo de Corea. Primer tema y primer invitado:
Diego Urcola, trompetista argentino habitual de Paquito D’Rivera
e integrante de la International Vamp Band, grupo liderado
por Avishai Cohen y en el que el israelí demuestra
sus dotes como pianista. Ligeramente nervioso al principio,
Urcola ofreció un solo elegante y convincente que fue
del gusto del grupo y del público. Posteriormente entró
en escena, acordeón en ristre, el director y compositor
Enrique Ugarte, para atacar Anna’s Tango, tema dedicado
a la madre de Corea. Un par de nuevos números a cargo
del quinteto fueron avivando el fuego de la representación,
y tanto el tándem Ballard-Dantas como, sobre todo,
el virtuosísimo Avishai Cohen, llegaron incluso a restar
protagonismo al maestro de Massachusetts quien, por otro lado,
puso los pelos de punta al respetable con sus delicadas introducciones,
sus increíbles acompañamientos rítmicos
y su infinita capacidad de improvisación.
Un momento emotivo de la noche fue la aparición
en el escenario de la esposa de Chick Corea y miembro del
mítico grupo Return to Forever, Gayle Moran. Gayle
se unió al quinteto e interpretaron You’re Everything
(del Light As A Feather de 1972). Punto álgido para
los nostálgicos; no obstante la edad pasa factura,
y Moran demostró haber perdido bastantes facultades,
llegando a emitir bastantes notas desafinadas, sobre todo
en tonos altos.
Tras un incomprensible descanso de 20 minutos
que pudo ser letal para el desarrollo del concierto, Corea
volvió a aparecer, esta vez para ofrecer un mini-recital
de piano solo. Tras ello volvieron Cohen, Ballard, Wilson
y Dantas, y una serie de intensas interpretaciones les devolvieron
protagonismo. Wilson se mostró serio y contundente
con la flauta y el alto, pero especialmente inspirado con
el soprano, instrumento en el que demuestra un asombroso dominio
técnico. Ballard ofreció un variadísimo
repertorio de acompañamientos percutivos, un preciso
sentido del ritmo y una imaginación fuera de límites,
secundada en todo momento por las originales ideas de Rubém
Dantas, otro de los principales referentes. Pero si alguien
brilló por encima del resto ese fue Avishai Cohen.
A su perfecta afinación y técnica hubo que sumar
una coordinación rítmica increíble, una
cantidad inagotable de recursos, una perfecta comunión
con público y grupo y siempre sin alejarse de su rol
principal (como dijo en su día Miles Davis a Dave Holland,
“que no se te olvide que eres un bajista”).
Se acercaba el final del concierto y con
él vendrían más sorpresas. Entraban en
acción dos de los mejores músicos de este país:
Jorge Pardo y Carlos Benavent. Viejos conocidos de Chick,
y ya habiendo compartido escenario con él hace un par
de años en Vitoria (integrando el grupo de Paco de
Lucía), madrileño y catalán estuvieron
soberbios. Pardo demostró un desparpajo y una capacidad
adaptativa dignas de los mejores jazzmen internacionales,
y Benavent aportó una serie de colores (no sólo
tímbricos) que hicieron volar al grupo. En cierto modo,
hubo momentos en que el triunvirato Pardo-Benavent-Dantas
hizo algo suya la música, dándole unos matices
flamencos muy propios.
Llegaba el momento de acabar, y la emoción
se apoderó de la velada. Corea habló sobre lo
que había influído España en su vida
y en su música, y dedicó este último
tema a dos personajes fundamentales: uno, Joaquín Rodrigo,
el otro, por supuesto, Paco de Lucía. Y fue entonces
cuando las luces iluminaron al público y, en el centro
del aforo, junto a la mesa de sonido, se encontraba el genio
de Algeciras (anteriormente se le pudo ver entre el público
acompañado de Tomatito y Cañizares). Ovación
de gala para Paco y, de vuelta al escenario, más novedades.
Al cuarteto, Dantas, Pardo y Benavent se sumaron otra vez
Enrique Ugarte y Gayle Moran, el cantante Pedro Ruy Blas y
el guitarrista flamenco Paquete, de la Barbería del
Sur. 11 músicos sobre las tablas, dispuestos a afrontar,
cómo no, el Spain de Chick Corea con el segundo movimiento
del Concierto de Aranjuez como introducción. Steve
Wilson comenzó la melodía de la clásica
pieza, que posteriormente atacaría Corea repitiendo
exactamente la interpretación que grabó Paco
de Lucía a principios de los noventa. Una vez dentro
de Spain, rueda de solos: Pedro Ruy Blas comenzó con
un coro en scat que no aportó gran cosa, Enrique Ugarte
fue bueno y breve, y Paquete estuvo sencillamente desastroso.
Jamás nadie tuvo tantos nervios sobre un escenario.
La responsabilidad de tocar con Chick Corea y la presencia
de Paco de Lucía entre el público pesaron demasiado,
y la temblorosísima mano del guitarrista apenas pudo
esbozar un par de frases coherentes. Rápidamente el
fiasco pasó al olvido: Wilson y Pardo no se pusieron
de acuerdo sobre quién debía entrar, y Corea
hizo un pequeño motivo para rellenar mientras tanto.
Pardo respondió al motivo, Corea lanzó otro,
Pardo volvió a responderlo, y así entraron en
un juego de pregunta-respuesta tan largo como precioso. Wilson
(que llevaba un buen rato con “cara de tonto”,
alucinado ante los quehaceres de Pardo y Benavent) no pudo
resistir más y se sumó al juego, entrando en
un divertidísimo duelo con el flautista madrileño.
Cuando Wilson quería demostrar técnica y rapidez,
Pardo le hacía respuestas simples y melódicas,
cuando Wilson jugaba con el ritmo, Pardo era aún más
rítmico, cuando Wilson quería demostrar autoridad,
Pardo sencillamente se unía a él. Una auténtica
lección por parte del músico local. Y después
fue el turno para la sección rítmica: tanto
Benavent como Cohen demostraron una evidente comunión,
respeto y admiración, y se llevaron intensas ovaciones,
al igual que Ballard y Dantas. Corea finalizó haciendo
cantar al público, como suele ser habitual, y el aplauso
final con los 11 músicos en escena fue un momento realmente
inolvidable. Eran casi las 2 de la madrugada.
Si el recital de hace dos años en
Vitoria fue uno de los más intensos vividos en los
últimos tiempos, el que nos ocupa posiblemente lo superó,
y buena prueba de ello dará el nuevo disco en directo
que saldrá de este concierto. Esperaremos impacientes
a que sea publicado.
Arturo Mora Rioja