Comentario: Hay ocasiones
en que uno cree estar en el sitio e instante equivocados.
En otras se llega a dudar de la propia capacidad de atención.
Desgraciadamente en ciertos momentos uno se convence de que
le están tomando el pelo. Y la segunda parte de este
concierto fue uno de esos momentos.
La primera, tan virtuosa como falta de riesgo, fue bastante
correcta. El camaleónico Biréli Lagrène
demostró dominar a la perfección el lenguaje
del Hot Club de France, utilizando todos los recursos del
gran Django Reinhardt, pero hablando por voz propia. Alternando
guitarra eléctrica con acústica sin cable, el
francés demostró una técnica que quitaba
el hipo, pero muchas veces desprovista de lirismo. Las vertiginosas
frases del galo eran sustentadas por una rítmica rocosa
y un Frank Wolff serio y comedido. Buen sonido de conjunto
y excelente demostración pirotécnica de Lagrène.
Así, el Gipsy Project fue alternando temas rápidos
y lentos, composiciones propias y standards, entre los que
cabe destacar las versiones de Donna Lee, Cherokee y Nuages,
donde el guitarrista ofreció un curioso solo con cuerdas
muteadas.
Bonito y sencillo, si bien uno siempre se pregunta en estas
ocasiones si no hubiera merecido más la pena sustituir
esta actuación por la de algún intérprete
español menos conocido y con propuestas más
arriesgadas y exitosas. La duda quedó claramente contestada
en la segunda parte del concierto.
Malos eran los augurios cuando Biréli, micrófono
en mano, comentó que había conocido a Gerardo
Núñez ese mismo día y que casi no habían
podido ensayar. Así, ambos guitarristas se enzarzaron
en una rumba sin melodía donde el jerezano se desgañitaba
por enseñar los acordes al francés. Una vez
éste acabó su improvisación comenzó
la de Gerardo, y visto el poco éxito que tuvo Lagrène
intentando acompañar una rumba como si de Django Reinhardt
se tratase, Núñez tuvo que acabar su propio
solo “autoacompañándose” a base
de arpegios. En ningún momento pudo Biréli acomodarse
al lenguaje flamenco de Gerardo Núñez. Algo
más de compenetración encontró en el
siempre melódico Luis Salinas, moviéndose en
terreno más cercano, pero eso tampoco fue garantía
de éxito. Para qué complicarse la vida: un Autumn
Leaves bastante soso fue preludio de más desaciertos,
quedando siempre patente el enorme contraste entre el tremendo
Biréli Lagrène de la primera parte del concierto
y el inseguro de la segunda.
Nada más. Media horita y concierto ventilado. Experimento
con gaseosa y nueva demostración de que buscando con
miedo nunca se encuentra. Y lo peor de todo es que la acogida
popular fue excelente. Descarga de guitarras. Descarga de
despropósitos.
Arturo Mora Rioja