Componentes:
Lee Konitz (saxo alto)
Paul Bley (piano)
Lee Konitz © Guillermo Navarro
Paul Bley © Guillermo Navarro
Luego le tocó el turno a Paul Bley, que avanzó hasta el piano a duras
penas, encorvado y arrastrando los pies, con una sonrisa dibujada en la cara.
Todavía sin haberse sentado en la banqueta, comenzó a tocar un sencillo motivo
de cinco notas con la mano izquierda. Y nos regaló en solitario una sinfonía
en miniatura durante la cual visitó todos los paisajes de la improvisación,
desde el ragtime a las formas más libres, aderezado con un romanticismo
arrebatado que a más de uno le recordó a Keith Jarrett (aunque hay que indicar
que fue Bley quien influyó en Jarrett y no al revés).
A continuación, Konitz y Bley ofrecieron una conversación de dos maestros
en estado de gracia alrededor de standards de toda vida, tanto los de Tin Pan
Alley como los del be-bop: sin enunciar en ningún momento la melodía per se,
jugaron con las armonías, exploraron mil caminos, el piano acompañaba al saxo
para en la siguiente frase éste último verse acompañado por el piano, en un
intercambio de una riqueza apabullante. Y todo ello empapado en blues, eso sí,
un blues abstracto de verdadera emoción contenida.
Tras poco más de 50 minutos, agotados por el esfuerzo, dieron por concluido
el concierto. Pero regresaron para ofrecernos una versión del parkeriano
"Cool Blues", que desmintió su título y acabó con un Konitz
enardecido gritando "Oh baby, baby!" a modo de un songster
sureño. El broche lo pusieron dos nuevas interpretaciones en solitario: Konitz,
que pidió al público que le acompañara mientras él improvisaba, y Bley, que
revisitó "I Loves You Porgy" con un gusto exquisito. Así acabó un
concierto memorable de dos enormes músicos que demostraron que el jazz sigue
siendo el "sonido de la sorpresa".
Diego Sánchez Cascado