Comentario: No sólo
de multitudinarios eventos vive el hombre. Mientras algunos
se pegan por una entrada para el revitalizado Festival de
Jazz de Madrid, y aplauden hasta desollarse las palmas de
las manos incluso aunque el concierto no haya sido de su agrado
(hay que justificar el precio de la butaca), encontramos programaciones
alternativas de altísimo nivel, en ocasiones muy superior
al de su hermano mayor (el festival, se entiende). Este fue
el caso. Dicho nivel se puso de manifiesto antes de que la
música comenzara a sonar, con la presencia sobre las
tablas de Juan Claudio Cifuentes “Cifu”, que hizo
una presentación divertida y elegante. Ya en materia,
el combo de Sáiz arrancó en trío con
la balada que da título a su reciente De fuera a dentro,
un disco excelente, grabado en un solo día, que anoche
exploró nuevas dimensiones en directo. Chema posee
una técnica extraordinaria, un conocimiento del vocabulario
jazzístico incontestable y unas enormes maneras de
líder. Pero ante todo su joya más preciada es
su total libertad a la hora de atacar una melodía,
un acompañamiento, una improvisación. Sabe infundir
a sus compañeros respeto y a la vez crear buen ambiente,
moviendo dinámicas de grupo a su antojo. Contagia ese
buen ambiente al público, es capaz de utilizar mucho
espacio y en un abrir y cerrar de ojos encontrarse trazando
el solo más pirotécnico que uno pueda imaginar,
pero siempre primando el contenido sobre la forma. El alcalaíno
jugó constantemente con el control de volumen de su
guitarra, con sus pedales, con su visión de la música.
En Vals en Re Menor se incorporó el norteamericano
Bobby Martínez, habitual de la escena madrileña
desde hace años, que ofreció improvisaciones
de altura, si bien estuvo algo indeciso en la entrada a las
melodías. El comienzo de su solo, acompañado
tan sólo por bajo y batería. En el rockero W
Sáiz demostró velocidad y dominio de la distorsión.
Fue quizá uno de los momentos álgidos de la
noche. Un solo para grabarlo y una divertida cita de Mi carro
(recordemos el primer proyecto del madrileño). El concepto
del cuarteto recordaba en ciertos instantes aquellos maravillosos
grupos liderados por John Scofield con Joe Lovano a los saxos
de finales de los ochenta. No en vano el fraseo de Chema Sáiz
recuerda por momentos al de Sco, si bien también puede
recordar a Abercrombie, a Metheny... Señal de calidad,
sin duda, ya que en el fondo a quien suena es a sí
mismo. Una concesión a los arreglos con su Año
711 d.C., donde Bobby utilizó la flauta, y la sección
rítmica creó un fondo tenso e interesante. Al
contrabajo Tomás Merlo, sobrino de Víctor Merlo,
dio muestras de robustez, soltura y buena lectura. Daniel
García Bruno mantuvo el tiempo con precisión,
acompañó con sobriedad e imaginación
y llevó el ritmo adelante con decisión.
El cuarteto atacó la rapidísima versión
del monkiano ‘Round Midnight, marcando obligados rítmicos
y llevando el estándar a nuevos territorios. Tampoco
te pases, basado en Bésame mucho, como el propio Sáiz
explicó, vino con una improvisación descarada
y casi macarra por parte del guitarrista, que llegó
a utilizar la clavija de su sexta cuerda como un instrumento
más, desafinando y reafinando a voluntad. El final
vino con Al día siguiente, y otro solo heterodoxo y
distorsionado del líder. De merecidísimo bis,
un nuevo tema aún sin título sobre métrica
de 5x4 donde Sáiz hizo extenso uso de acordes y atesoró
bastante elegancia. Lo mejor: ya acabando el tema sonó
un teléfono móvil en la sala y Chema replicó
la melodía del mismo y jugó con ella, haciendo
variaciones y desarrollos motívicos, provocando risas
y mucha, mucha admiración.
Supo incluso a poco. Muchos hubiéramos agradecido dos
o tres temas más, pero ya se sabe: lo bueno, si breve...
Excelente concierto que hace preguntarnos a muchos (o al menos
debería) si las programaciones de los grandes festivales
hacen justicia a la realidad, si el riesgo de presentar intérpretes
menos conocidos debería considerarse una inversión
de futuro, si se debe intentar conducir al público
en vez de dejarse conducir por él. Y es que las comparaciones
son odiosas, pero a veces necesarias. Tras ver conciertos
como este, y otros de similar entidad, cabe pensar que muchos
pagan pesetas a duro.
Arturo Mora Rioja