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MIGUEL
ZENÓN
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Comentario:
Tocar en Calle 54 es un auténtico ejercicio
de autoconvicción. Hay que estar muy seguro de lo que
uno hace para no ser inmune a la indiferencia de ese público
que encuentra más deleite en la cena que en la música.
No obstante parece que no son sólo los manjares los
culpables de la mencionada indiferencia. Esta noche en la
planta baja de Calle 54 decenas de trajes y corbatas rivalizaban
con una minoría de polos y camisas de sport pero, eso
sí, de marca. Viendo la carta de precios no es de extrañar
la procedencia de los presentes, así como la nula presencia
de músicos entre el público.
En tan compleja plaza tuvo que lidiar el cuarteto del joven
saxofonista portorriqueño Miguel Zenón.
Y ante las comentadas dificultades, de ser un auténtico
festejo taurino hubieran cortado al menos dos orejas. Los
que nos sorprendimos ante el sonido poderoso y decidido de
este saxo alto en su último disco Ceremonial
nos vimos aún más sorprendidos al comprobar
que en vivo es todavía más poderoso y decidido,
a la vez que cálido y lírico. Todo lo positivo
que se puede extraer del disco es incluso más evidente
en directo, tanto en lo referente a Zenón
como al concepto de los temas y al propio sonido del cuarteto.
Así, el grupo mostró una soberbia capacidad
de interpretación e improvisación durante los
cinco temas que atacaron. El primero, una nueva composición,
Villarán, que dio paso a la formidable versión
del Leyenda de Silvio Rodríguez,
donde Miguel Zenón ofreció
un explosivo solo que no encontró reconocimiento por
parte del respetable. Los unísonos y los obligados
rítmicos evidenciaban la complejidad de las composiciones
y arreglos, así como la perfecta ejecución de
una sección rítmica que estuvo impecable, comandada
en todo momento por un Jeff Ballard que pareció
disfrutar de lo lindo contestando a los solistas, variando
patrones, tocando caja y platos con sus manos y mostrando
un inagotable repertorio de habilidades a las que ya nos tiene
acostumbrados. Un correcto Luis Perdomo compartió
con Zenón el protagonismo en las improvisaciones,
y Ben Street se desenvolvió con extremada
soltura, si bien sus interminables hojas de partituras a caballo
entre dos atriles le jugaron alguna mala pasada que supo sacar
adelante con mucho oficio.
El cuarteto siguió desgranando los temas de Ceremonial:
440 y A Reminder of Us dieron paso al cierre
de la noche: Ya, espectacular composición
del saxofonista sobre armonía de rhythm changes que
inició con una fogosa introducción en solitario
donde, al igual que en su solo, dio una auténtica lección
de cómo utilizar lenguaje moderno en un entorno casi
puro de be-bop. Lejos de artificios, técnica extrema
y revisionismos interpretativos, Zenón
utilizó frases concisas y espaciadas, buscando más
la calidad melódica que la demostración pirotécnica.
No hubo tiempo para más. Uno lamenta no haber disfrutado
de la música de este cuarteto en un ambiente más
jazzístico, pero también queda la sensación
de haber visto a un intérprete que, si continúa
su progresión actual, va a dar mucho de qué
hablar.
Arturo Mora Rioja
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