Comentario: El altísimo
precio de las entradas (18 euros) y, posiblemente, la buena
tarde que hizo en Madrid, fueron a buen seguro los argumentos
que justificaron tanta escasez de público en el San Juan
Evangelista. El cartel auguraba todo lo contrario, y las previsiones
fueron superadas con creces. Se juntaban sobre el escenario
tres de los mejores intérpretes jazzísticos de
hoy en día en sus respectivos instrumentos, tres músicos
a veces criticados por extremos, otras por sencillos. El término
medio lo encontraron, sin duda, en esta actuación.
Mala tarde para los que esperaban escuchar un amplio despliegue
de artificios técnicos. El Power Trio se dedicó
a explorar diversas secuencias armónicas englobadas
en las corrientes centrales del jazz, en busca del lenguaje,
la expresión y la emotividad, y poniendo a su servicio
los innumerables recursos técnicos que los tres músicos
atesoraban. Larry Coryell se mostró lírico y
emotivo, alternando sus solos entre partes melódicas
e improvisaciones por acordes, utilizando sus habituales rápidas
escalas sólo de vez en cuando. Más jazzista
que nunca. Mark Egan dio una lección maestra de bajo
eléctrico desde que apareció sobre el escenario
hasta su última nota, y Paul Wertico nos enseñó
su vertiente más tradicional, a la que ya nos tenía
acostumbrados en su propio trío (John Moulder a la
guitarra y Erich Hochberg al contrabajo), si bien se mostró
como el más “ruidoso” del grupo (el descompensado
sonido registrado durante la tarde posiblemente tuviera algo
que ver).
El repertorio, perteneciente en gran parte al recién
grabado Tricycles, alternaba composiciones propias con estándares
de Monk o Luiz Bonfá, quedando espacio para todo tipo
de formas y estructuras cordales. Mención especial
merece la atención que los tres intérpretes
ponían en escuchar a sus compañeros. La interacción
era total y el tiempo de reacción a estímulos
externos mínimo. Si Coryell improvisaba en semicorcheas
Wertico se centraba en que su ride caminara e Egan trazaba
bonitas líneas de walking bass respetando la armonía
y sin apenas variaciones. Bastaba un primer acorde trazado
por el guitarrista para que los miembros de su sección
rítmica (ambos ex-Pat Metheny Group, sólo que
en diferentes épocas) cambiaran su discurso, el bajista
buscando notas más largas y juegos armónicos
sobre pedales y el batería de Chicago utilizando su
plato chino como recurso enfático y elevando el volumen
de su bomo y caja.
Por si fuera poco, el espectáculo estaba diseñado
con gusto y variedad. Hacia la mitad del show Coryell cambia
eléctrica de jazz por acústica, interpretando
un par de temas a guitarra sola y haciendo gala de su excelente
uso de armónicos, llegando incluso a interpretar melodías
completas sólo con esa técnica. Un bis de dos
temas dio fin a un concierto no muy extenso, pero sí
muy intenso. El aplauso final de los pocos asistentes fue
cálido y sincero. Tres músicos entregados que
dieron lo mejor de sí mismos e hicieron las delicias
del respetable en la cálida tarde dominical.