Comentario: Rara vez doy
una opinión puramente personal, pero en esta ocasión
me voy a mojar: de todos los músicos que han intentado
conjugar el lenguaje del jazz con el del flamenco Chano Domínguez
es el que lo ha conseguido de forma más brillante, respetando
la pureza de ambas artes y aunando sus fuerzas para llevarlas
a elevados terrenos sonoros. Así lleva demostrándolo
durante años con su elegancia al piano, su lirismo y
profundidad, y en bastantes ocasiones con la ayuda de su sexteto,
aquél que se hiciera popular gracias a su colaboración
en la película Calle 54 de Fernando Trueba.
En esta última jornada de festival mostoleño
Chano volvió a presentar su habitual propuesta acompañado
del excelente batería catalán Marc Miralta que
tan buen espectáculo ofreciera el viernes pasado con
su Flamenco Reunion, lo cuál le avalaba como experto
conocedor de los palos y ritmos flamencos. Al contrabajo un
ultrasobrio Mario Rossy contrastaba con la terna flamenca:
Blas Córdoba y su cante rasgado (“acamaronado”
podríamos decir), El Piraña con su cajón
y el bailaor Tomasito, el que más aplausos arrancó.
El repertorio, basado en los mayores éxitos de Chano,
arrancó por alegrías de Cádiz, con cita
de Jaco Pastorius incluída, tras una bella introducción
a piano solo. Ya en esta primera pieza el grupo demostraba
una gran soltura en los cambios de ritmo. El segundo tema,
por tangos, mostró la primera aparición de un
Tomasito cuyos pantalones hacían juego con la camisa
del pianista gaditano, y que fue una auténtica muestra
de furia y arte en todas sus intervenciones. Más fuego
escénico con lo que Domínguez definió
acertadamente como “descarga por bulerías”
y paso a la primera incursión puramente jazzística
de la noche, con cambios de métrica incluidos. Descanso
para los flamencos e interpretación en trío
de jazz, con protagonismo para Miralta, dando paso a un tema
a piano solo del de Cádiz que levantó admiración
entre los presentes. Hacia el final del concierto iba quedando
clara la idea de que Marc Miralta se había erigido
en líder de la sección rítmica, guiando
y ayudando al Piraña y a los ocasionales palmeros Tomasito
y Córdoba. El final vino con una versión abierta
del laureado Oye cómo viene y el obligado (y merecido)
bis en contexto latino.
Algo más tarde aparecía el grupo de la excelente
cantante noruega Rebekka Bakken, una propuesta que va un peldaño
más allá de lo que habitualmente hacen los grupos
de pop, especialmente hoy en día. No obstante, la falta
de riesgo del proyecto y su sonoridad comercial, especialmente
tras haber escuchado al grupo de Chano levantar pasiones entre
el respetable, así como el hecho de que fuera domingo
por la noche y los asistentes estuvieran pensando más
en el madrugón del día siguiente que en el espectáculo,
tuvo como consecuencia que la actuación de la Bakken
fuera de más a menos, cambiando incluso el rictus de
la noruega de su amplia sonrisa inicial a un cierto rostro
de preocupación a medida algunos espectadores abandonaban
el recinto antes de tiempo. Musicalmente Rebekka demostró
unas enormes cualidades vocales, así como un estilo
muy personal. Arropada por el excelente guitarrista austríaco
Wolfgang Muthspiel (mucho menos incisivo esta noche que en
sus habituales proyectos jazzísticos) la cantante ofreció
un repertorio de sonoridades pastosas, las que producían
los timbres de su voz, la guitarra, los teclados y la trompeta
que ocasionalmente utilizó el teclista Sebastian Srudnitzky,
en una de las ocasiones a dúo con una Rebekka Bakken
que se atrevió a autoacompañarse al piano. Is
that You?, tema que da título a su último disco,
fue el punto final a un concierto algo alejado del jazz pero
de una calidad indiscutible.
Con más altos que bajos, este I Festival de Móstoles
ha llegado a su final envuelto en un éxito nada fácil
de conseguir hoy en día. Buen cartel, grupos españoles,
buena organización y una grandísima afluencia
de público han sido garantía de acierto. Posiblemente
el concurrido bar situado dentro de este bonito Teatro del
Bosque también tuviera algo que ver. En todo caso nos
alegramos enormemente de la marcha del evento; enhorabuena
y que se repita por muchos años.
Arturo Mora Rioja