Comentario: Jornada inaugural
de un nuevo festival de jazz, el de Móstoles (sur de
Madrid). Una grata noticia para los amantes de la buena música
y un excelente cartel para esta su primera edición. Jazz
de verdad, con más hombres (y mujeres) que nombres, con
destacada presencia de excelentes proyectos nacionales (como
este que abrió el ciclo) y la siempre necesaria pizca
de riesgo. Nada que ver, por fortuna, con otros eventos veraniegos
etiquetados como jazzísticos en otras localidades de
la Comunidad de Madrid.
En un precioso y moderno recinto como el Teatro del Bosque,
y con destacada presencia de público y prensa, el proyecto
aflamencado del catalán Marc Miralta trajo las primeras
muestras de pasión a las tablas del escenario. La Flamenco
Reunion no sólo fue un bombazo cuando apareció
publicado su primer disco, además ha conseguido evolucionar
con el tiempo y desarrollar un lenguaje propio, respetuoso
y descarado a la vez. Un concepto cuidadosamente elaborado
sustentado por un buen e intenso trabajo, y por las personalidades
de los músicos que lo integran. En este caso, además,
a última hora se anunció la presencia de un
invitado de lujo: Guillermo McGill. Centrado exclusivamente
en el cajón flamenco el uruguayo aportó muestras
de su profundo conocimiento de los ritmos flamencos, acoplándose
de forma soberbia al entorno musical, gracias a su conocimiento,
su buen oído y las cómplices miradas que intercambió
con Miralta durante toda la actuación. Perico Sambeat
se encontró inspirado y arrebatador en sus improvisaciones,
encontrando un camino estilístico más adecuado
al discurso general que en otras ocasiones. Las habituales
frases bopperas del valenciano fueron complementadas por motivos
más flamencos, más cercanos al idioma del grupo.
Mariano Díaz, como siempre, soberbio. Acompañante
de lujo e improvisador empedernido, el argentino ofreció
la cara más lírica del quinteto, con solos bonitos
y bien estructurados. El navarro Javier Colina arrancó
algunos de los aplausos más sentidos de la noche gracias
al sentimiento con que pellizca las cuerdas de su contrabajo,
ya sea de manera tradicional, con el pulgar o con arco. Miralta,
por su parte, ejerció de líder en todo momento,
con total control sobre lo que ocurría encima de las
tablas, y alternando momentos de fuerte énfasis percusivo
con delicados instantes en los que apenas se apoyaba suavemente
en sus platos, siempre con McGill como fiel escudero.
El repertorio, basado casi en su totalidad en Thelonious
Monk, pero sobre contexto flamenco, arrancó con Epistrophy
por rumbas y un siempre difícil Evidence, en este caso
corregido y aumentado en su tratamiento por bulerías.
El inicio, en un frenético diálogo entre batería
y percusionista, elevó sobremanera la temperatura ambiente
de la sala. En Bésame Mucho, Sambeat cambió
saxo alto por soprano y Colina hizo una improvisación
fabulosa, demostrando un enorme conocimiento de la melodía
y del contexto armónico en que se movía. Dificultad
rítmica en el también monkiano In Walked Bud,
donde los cambios de métrica binaria a ternaria sorprendían
constantemente. Melodía en 4x4, puente en 3x4, improvisación
de Mariano en 3x4 y el más difícil todavía:
solo de Perico en 4x4 con cambio a 3x4 a la mitad. La relajación
vino de la mano del excelente Los sueños y el tiempo,
composición de Guillermo McGill cuya introducción
aportó colores ambiguos y el acompañamiento
de caja de Miralta sobre solo de Díaz fue de lo mejor
de la noche. El final, con el parkeriano Dexterity interpretado
por rumba. Lucimiento para todos los músicos y entregado
aplauso final de los asistentes, encantados ante tal derroche
de arte y profesionalidad.
La Flamenco Reunion ofreció su música de inteligentes
desplazamientos rítmicos, donde el lugar de los acentos
juega un papel fundamental, ejecutada con más lujo
de detalles que nunca, dejando entrever esfuerzo, dominio,
conocimiento y una excelente dirección. Muy buen concierto,
y muy buen augurio para esta nueva cita mostoleña que
acaba de echar a andar y a la que deseamos toda la suerte
del mundo.
Arturo Mora Rioja