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PAT
METHENY GROUP
Alcalatinjazz
- Fecha: 30 de Junio de 2005.
- Hora: 22:15
- Lugar: Parque O'Donnell (Alcalá de Henares, Madrid)
- Entrada: Abarrotado
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Componentes:
Pat Metheny (guitarra eléctrica, acústica de cuerdas de nylon y de acero, sintetizada, synclavier, soprano, de 12 cuerdas, Pikasso de 42 cuerdas, sitar eléctrica)
Lyle Mays (piano, teclados, guitarra eléctrica)
Steve Rodby (contrabajo, bajo eléctrico)
Antonio Sánchez (batería, bajo eléctrico)
Cuong Vu (trompeta, voz, guitarra eléctrica, percusión)
Gregoire Maret (harmónica, voz, guitarra eléctrica, percusión, bajo eléctrico)
Nando Lauria (guitarra acústica, voz, percusión)
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Comentario: Hay momentos en que uno cree haber tenido una revelación,
haberle encontrado sentido a la vida, alegrarse de compartir tiempo y espacio con determinadas personas capaces de
alterar nuestro estado de ánimo para bien y para siempre. Esa sensación se ve, además, reforzada
cuando es colectiva, cuando uno mira a su alrededor y no ve más que rostros alegres, sonrisas y lágrimas
de emoción hasta donde la vista alcanza. Ahora iremos con los detalles técnicos, pero si hay una
conclusión clara sobre el espectáculo que anoche ofreció el Pat Metheny Group en Alcalá
de Henares es que fue uno de los conciertos más intensos y emocionantes que se recuerda, incluso de los
ofrecidos por el propio Group.
Tras casi veinte minutos escuchando de fondo el motivo minimalista que abre The Way Up entremezclado con los
sonidos urbanos de Manhattan, apareció sobre las tablas un vitoreado Pat Metheny (con camiseta de rayas
más estrechas que otras veces) interpretando la melodía de This Is Not America en su
acústica, dando paso al resto de músicos y atacando la ejecución completa del último
disco. Si The Way Up es por sí sola una obra magistral, en directo adquiere unas dimensiones colosales,
añadiéndose a la grandiosidad de la obra la aportación del detalle, de las ligeras pinceladas que
rellenan hasta el más minúsculo espacio sonoro. Así, incluso los que hemos escuchado el CD
cientos de veces pudimos descubrir gran cantidad de elementos de forma visual, como los frenéticos cambios
de guitarra de Pat, el continuo aporte colorístico de Gregoire Maret y el excepcional Cuong Vu, o los
espacios musicales que se crean dentro de la propia obra, con especial mención a esa sociedad
Metheny-Sánchez que funciona como una pieza de relojería. No en vano Antonio se llevó tantos
aplausos como el líder, y es que su actuación fue sencillamente excepcional, tanto en las
rápidas demostraciones técnicas que hicieron las delicias del respetable como en los pasajes de
dinámicas más bajas, donde su sentido del ritmo y su musicalidad, su imaginación y su
atrevimiento elevaron el discurso a niveles inalcanzables para el resto de los mortales. Otro interesante elemento
de la ejecución en vivo de The Way Up es el uso de samplers, más escaso de lo que podría uno
pensar en un principio (se agradece). Y es que, cuando hay buenos músicos, casi todo se puede hacer. Si
Steve Rodby ha de interpretar una línea melódica al bajo eléctrico, pues Gregoire Maret se
hace cargo de otro bajo y le acompaña, si ante la misma situación Maret está ocupado con la
percusión, pues el propio Antonio Sánchez se hace cargo del bajo. El brasileño Nando Lauria
secundaba a Metheny con su guitarra y aportaba cohesión estructural con sus voces y percusiones.
Músicos de altísimo nivel integrados en un gran proyecto, apropiándose del mismo y disfrutando
con su interpretación. Mención especial merece el octavo miembro del Group, la técnico de
guitarras Carolyn Chrzan, que efectuó a la perfección su frenética labor de subir y bajar
guitarras del escenario continuamente, poniendo el instrumento adecuado a disposición de cada
intérprete durante toda la obra.
Ver cómo la improvisación toma fuerza en una obra tan rígidamente arreglada como The Way Up
fue otro de los aportes mágicos del show. Tras acabar la pieza, los aplausos eran tan intensos que realmente
parecía el final del concierto. Pero esto no había hecho más que empezar. Tiempo para un
programa en el que se recuperaban éxitos del pasado explorando pequeñas formaciones siempre con Pat
como piedra angular. El rapidísimo dúo entre guitarrista y batería de (Go) Get It trajo
colores puramente jazzísticos, y la incorporación de Steve Rodby (cómo disfrutó durante
toda la noche este excelente contrabajista) permitió interpretar el clásico James a trío. Ya
con Lyle sobre el escenario, Lone Jack ofreció un solo absolutamente salvaje a cargo de Antonio
Sánchez, capaz de variar el patrón continuamente y adentrarse en terrenos polirrítmicos.
Turno para la espectacular guitarra Pikasso y la introducción de Are You Going With Me? a dúo con
Cuong Vu (a ver si Pat utiliza más a menudo al enorme trompetista de Seattle) deviene en una versión
actualizada del mítico tema de Offramp (1982), donde el solo de sintetizador de Lyle Mays se funde en un
diálogo con la harmónica del comedido Gregoire Maret. Tiempo para el recuerdo emocionado con Last
Train Home y la cítara eléctrica, y aires rockeros progresivos y experimentales con esa obra maestra
llamada The Roots of Coincidence que dejó completamente alucinados a quienes no la conocían.
El suizo Maret tuvo su propio espacio en la rendición a dúo de Always and Forever donde Metheny dio un
auténtico recital de armonía a bordo de su guitarra acústica. Explorando acordes con su
habitual técnica de hacer los bajos con el pulgar, el de Missouri demostró que el proceso creativo de
One Quiet Night ha dejado una huella muy profunda en su manera de acercarse al instrumento. Acercándonos al
final del concierto, uno de los momentos álgidos:
el dúo entre Pat y su fiel escudero Lyle Mays, con un Farmer's Trust que puso los pelos de punta a los
asistentes, que escuchaban en silencio y con suma atención, como si de un acto religioso se tratara. Es
impactante ver la compenetración existente entre Pat y Lyle, el fruto de tantos años traducido en
una milimétrica cohesión sonora sobre pasajes en los que el tiempo brilla por su ausencia. Lyle,
elegante y sutil, volvió a demostrar el enorme peso que ejerce sobre este grupo. Para acabar, cómo
no, Minuano (Six Eight), el público cantando y un largo aplauso final que dio paso al merecido bis: Song For
Bilbao, un fin de fiesta donde casi todos tuvieron su espacio para improvisar y decir adiós a un
público entregado que, tras tres horas de concierto, hubiera querido aún más.
Y es que esto es lo bonito de la música: que un derroche técnico y conceptual en composición,
arreglos, improvisación, ritmo, armonía, etc. se traduzca en buenas sensaciones para el alma (si la
hubiera), en un sentimiento conjunto de bienestar y alegría, en miles de sonrisas compartiendo un
pequeño espacio y volviendo más felices a sus casas. Alteración emocional, ¿no es ese el
verdadero objetivo de un artista? Y qué bien cuando se consigue en positivo. Gracias, Pat.
© 2005 Arturo Mora Rioja
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