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JAVIER
VERCHER GROUP
XXII Festival de Jazz de Madrid
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Comentario: El jazz español
está en buen momento. No sólo disponemos de varios
músicos consagrados, cuyos proyectos toman excelente
forma con el tiempo, sino que además últimamente
aparecen propuestas jóvenes con mucho peso. Sin ir más
lejos, el madrileño Javier Vercher, quien con sus veintisiete
años fue profeta en su tierra, presentándose en
el escenario de la Plaza de Colón casi pidiendo perdón,
como quien no quiere hacerse notar. Por fortuna no fue así.
El arranque coltraniano donde la voz del inspirado Lionel Loueke
doblaba las frases arrastradas del tenor de Vercher fue tan
sólo un anticipo de los derroteros que tomó el
concierto. Místico y explorador, Vercher descubría
paisajes sonoros a través de las llaves de su saxo, tirando
del resto del grupo, buscando continuamente de modo que cada
vez que el grupo encontraba, subía un nuevo peldaño
desde el que seguir buscando. El contraste entre la rocosidad
europea del contrabajo de Chris Van Boorst, perfectamente centrado
en su trabajo, y el desparpajo africano de Loueke proporcionó
la diferencia de matices adecuada para que la música
no resultara plana. Lionel se dedicó durante todo el
concierto a los acompañamientos sutiles que no dejaban
ver del todo cuál era la armonía, dando pistas
sobre ella pero sin llegar a desvelarla. Para ello se aprovechó
de arpegios, notas muteadas, juegos en dos cuerdas y mucha,
mucha imaginación. Sus improvisaciones también
tenían algo de oscuras, rítmicamente atractivas
y sobradas de técnica. El batería Brannen Temple
aportó mucho color al devenir artístico, alternando
entre mazas y baquetas y aportando el toque sosegado en unas
ocasiones, el movido en otras. Por momentos el grupo se acercaba
a un concepto relajado, cercano al chill-out, y en otras circunstancias
se adentraban en el free jazz más innovador, basándose
en la creación de texturas más que en el feísmo.
Propuesta intensa y arriesgada de claro sonido multirracial,
misterio y tranquilidad juntas de la mano. Las intensas improvisaciones
de Vercher (¡cuánto le debe a Coltrane este hombre!)
eran las de un líder sólido, pero para nada arrogante,
dejando infinidad de espacio a sus músicos e incluso
subrayando los solos de éstos. El público acogió
con calor la propuesta del saxofonista para después dirigirse
decididamente al puesto de venta de discos. Esperemos que no
sea la última vez que podamos disfrutar de Javier Vercher
en la ciudad que le vio nacer. De momento, se lo merece.
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