Comentario: Da gusto ver
cómo, más allá de dejarse caer en los brazos
del éxito conquistado con una fórmula que agrada
a crítica y público, un músico es capaz
de trabajar duro para actualizar dicha fórmula, ampliar
sus límites expresivos y hacerla sonar fresca día
tras día. Ese es el caso de Joshua Redman y su Elastic
Band, grupo que nos dejó uno de los mejores conciertos
del presente Festival de Jazz de Madrid.
Con un inspiradísimo Gregory Hutchinson en el puesto
que ocupara originalmente Brian Blade, la Elastic Band ha ampliado
su registro desde la primera formación con la incorporación
del jovencísimo guitarrista Mike Moreno, los sonidos
de teclado tipo Zawinul-años 70 con los que Sam Yahel
interpretó la mayoría de sus solos y los pedales
de efectos colocados en el micrófono del saxo, a destacar
el octavador cuyo efecto era muy similar al de los graves del
EWI, instrumento que popularizara Michael Brecker, pero con
un timbre mucho más acústico. Artificios aparte,
la música fue excelente. Desde el potente arranque de
concierto en que Redman dio paso a Molten Soul con una introducción
a saxo solo, el grupo mostró un amplio catálogo
de recursos técnicos y líricos, individuales y
colectivos, melódicos y rítmicos, demostrando
lo bien engrasada que está la máquina y lo que
aún tiene que ofrecer. Hutchinson se mostró como
un auténtico coloso, descubriéndonos su lado más
funky, tocando a velocidades de vértigo sin caer en la
vacía demostración técnica y con una pegada
absolutamente envidiable. Su sabio uso del bombo fue el apoyo
ideal para las líneas de bajo de Sam Yahel, claras y
acertadas como si su mentalidad fuera, efectivamente, la de
un bajista. El organista gozó de varios momentos de gloria
en sus solos de teclado y demostró una adaptación
casi perfecta al entorno musical del grupo. El show fue tomando
forma gracias a varios temas de Momentum, último trabajo
de un Joshua Redman que se defendió en castellano a la
hora de hacer las presentaciones, y que demostró encontrarse
en un momento de forma muy, muy saludable. Su lentísima
interpretación de What Remains sirvió de introducción
a un buen solo de Mike Moreno, guitarrista con buen lenguaje
pero, aún, poco peso en la banda. A pesar de sus buenas
evoluciones técnicas evidenció algunas carencias
que a buen seguro corregirá con el tiempo, cuando encuentre
su propia voz y deje de recordar a guitarristas de generaciones
anteriores.
Un par de composiciones de carácter latino permitieron
apreciar la calidad del lenguaje jazzístico que rezuma
el saxo de Joshua Redman, sea cual sea el contexto. En la introducción
de To Remember One Forgets el californiano hizo un juego de
autoacompañamiento dando bocados a la boquilla del tenor
y haciendo gala de sus pedales de efectos que le hicieron acreedor
a un sentido aplauso de los presentes. El final de concierto,
con Sweet Nasty, trajo consigo espectaculares solos de Redman,
Yahel y Hutchinson, en este último caso con el acompañamiento
de una serie de diabluras rítmicas por parte del saxofonista.
Tras el bis obligado, la vuelta a casa. Esta noche con una amplia
sonrisa. Calidad, diversión, lenguaje, arte, mucho funky
y mucho jazz. Redman, definitivamente, ha dejado de ser esa
joven promesa en continua evolución para ser todo un
músico de referencia, y también en continua evolución.
No se le debe perder la pista.