Comentario: En general,
cuando se accede a los palcos de la zona derecha del auditorio
del Cuartel del Conde Duque, uno ha de esquivar una enorme mesa
de sonido desde la que los técnicos controlan
la calidad de los timbres emitidos por los intérpretes,
haciendo llegar la música al respetable en su justo grado
de volumen, brillo y demás características sonoras.
En esta calurosa tarde de sábado (que no impidió,
no obstante, una gran entrada de público), dicha mesa
de sonido brillaba por su ausencia, al igual que los monitores
–que tampoco estaban donde acostumbran– por los que los artistas suelen escucharse sobre el escenario. Resulta que nuestro
querido Ayuntamiento de Madrid, adalid de la cultura donde los
haya, volvió a hacer de las suyas y dejó sin sonido
al guitarrista colombiano Juan Camacho y los restantes miembros
de su quinteto, que tuvieron que echar mano de su propio equipo
para poder sonar con una mínima calidad en un recinto
grande y de techos altos como el del Conde Duque.
Impedimentos técnicos aparte, en lo estrictamente
musical el grupo capeó el temporal de maravilla, haciendo
gala de su propuesta moderna, abierta e imaginativa, fomentando
la espontaneidad y ofreciendo muy buenas vibraciones.
En este quinteto podemos encontrar una versión iberoamericana
del primer Pat Metheny Group puesto al día, surcando
sugerentes armonías, en parte portadoras de belleza
paisajística, en parte dramáticas y cargadas
de tensión. El repertorio, procedente de los
tres discos de la banda, hizo especial hincapié en
los temas del último trabajo, Ternario - La poética
de la resistencia, siendo "Luchadores de Yenín"
y "Las razones de los artesanos" los encargados
de romper el hielo. El piano de Teo Gómez hacía
de hilo conductor entre pasajes, subrayando las evoluciones
de sus compañeros y amortiguando los continuos cambios
de dinámica, sello de identidad de la formación.
La oferta musical contemporánea del quinteto
provocó la estampida de los espectadores más
veteranos, creando una situación en la que, en vez
de desmerecer el espectáculo, se produjo una especie
de selección natural del público, que se fue
calentando a la vez que los propios músicos en un concierto
que fue siempre a más. "Toño se va
en un barco", "Última esperanza esa tarde"
y "La memoria de las hojas de la calle 80" (con
un muy aplaudido solo de un José Vicente Muñoz
rítmicamente impecable) confeccionaron la parte central
de la actuación, mostrando a unos músicos seguros
y, a la vez, desenfadados. Juan Camacho demostró
ser un improvisador lírico, explorador de valores expresivos
y ajeno a exhibiciones técnicas. Sus solos, en
general breves, estaban bien estructurados y cargados de emotividad.
Juan Ramón Callejas aportó colorido a
los pasajes escritos de las composiciones del guitarrista,
cargando sus intervenciones solistas de seguridad y efectividad,
mientras que Renato Di Prinzio ofreció espectacularidad
y variedad, aun a costa de caer en algunos momentos en el
peligro de la sobreactuación.
"La guaracha de los artesanos", "¿A
dónde van las almas?", "El himno de la resistencia"
y el complejo "Lucy, Australopithecus Afarensis",
con un solo de Di Prinzio muy aplaudido, cerraron
la actuación. Actuación sacada adelante
con serenidad y oficio, con dedicación y profesionalidad
por unos excelentes músicos cuyo trabajo se vio vilmente
amenazado por estúpidas decisiones administrativas
de un Ayuntamiento que lleva años poniendo trabas a
la difusión de la buena música en directo y
que, en esta calurosa tarde de sábado, propulsó
su ineptitud hacia confines infinitos.
http://www.juancamacho.es/