Comentario: La calidad manda.
No faltaron comentarios críticos acerca del carácter
conceptualmente clásico (hablando en términos
jazzísticos) de la música de Kenny Barron antes
del comienzo de su concierto en este II "Móstoles a todo
jazz". Se diluyeron en el instante que tarda la tecla
de un piano en accionar el martillo percutor correspondiente.
En un excelente estado de forma y con unos acompañantes
sorprendentes, Barron dejó muestras más que suficientes
de lenguaje, conocimiento y pasión. Calidad.
Con un repertorio donde se alternaban originales con standards,
el trío dio un espectáculo sobresaliente. El
japonés Kiyoshi Kitagawa bailaba con su extraño
contrabajo en los temas de cariz latino, acariciaba las cuerdas
con insultante facilidad y no dejaba de intentar, de buscar y de conseguir, en no pocas ocasiones. Sobrado de técnica, abordaba
improvisaciones entre el lirismo melódico y el rítmico
recorrido armónico, enlazando patrones e interpretando
con la facilidad de un bajista eléctrico. El jovencísimo
Francisco Mela, de origen cubano, se metió al público
en el bolsillo ya desde sus cuatros en el primer tema, "New
York Attitude". Casi evocando la figura del primer Tony
Williams, el batería destiló un swing
impecable y una gran capacidad de tomar riesgos sin caer en
la sobreactuación, algo inusual en un músico
tan joven. Kitagawa y Mela conformaron una sección
rítmica rocosa que destilaba frescura y ponía
el virtuosismo al servicio del contexto musical.
Respecto a Barron, hizo gala de tal maestría que transportaba
al oyente a otras épocas, volviendo a traerlas frescas
y renovadas. Su dominio del lenguaje es apabullante, y la
entrega con que afronta cada interpretación tras una
carrera tan dilatada, digna de encomio. Su fraseo parte de
los conceptos más avanzados del hard bop, con constantes
guiños a la música latina y, ante todo, en el
contexto de un lenguaje propio, personal e intransferible.
En el monkiano "Ask Me Now", tras una emocionante
introducción a piano solo, los tres miembros hicieron
una auténtica apología de la belleza, y en el
"One Finger Snap" de Herbie Hancock, Mela ejecutó
un solo de impresión.
El rápido bis, de trámite, permitió
degustar los últimos compases del excelente concierto
y del excelente festival, uno de los pocos "festivales
de jazz" de verdad que surcan el territorio nacional
durante el verano. Esperemos que la experiencia siga repitiéndose
y que sus hermanos mayores aprendan. El jazz lo agradecerá.