Comentario: Cuanto más
se profundiza en el amplio catálogo de músicos de jazz nacionales,
más se asienta la sensación de que en la piel
de toro no sabemos reconocer la calidad del producto propio,
siendo devotos de pagar duros a peseta. Si ya hemos reivindicado
desde estas páginas (páginas web, por supuesto)
a artistas de la talla de Chema Sáiz, Abe Rábade,
Baldo Martínez o Javier Vercher, ahora le toca el turno
a Mikel Andueza. Con disco nuevo bajo el brazo (el excelente
De Javier a San Javier) se presentaba el navarro sobre
las tablas del Berlín, acompañado esta vez, no
por su Superquintet (del que sólo "sobrevivía"
el batería David Gómez), sino por un cuarteto
cuya entrega fue más que notable.
Una introducción ad libitum con sonoridades
entre Jan Garbarek y el Coltrane más místico
dieron paso al 5/4 de "Zortziko", cuya línea
de bajo evocaba la melodía de una canción tradicional,
siendo ejecutada al unísono con el piano (un recurso
que el cuarteto utilizó más veces). Andueza
hizo gala de su excelente nivel como saxofonista clásico,
con una afinación impecable, y de una privilegiada
visión conceptual a la hora de improvisar, creando
solos tan bien estructurados como las propias composiciones,
donde valentía, arrojo y proceso intelectual se fundían
en bellísimas sucesiones de frases donde ninguna nota
sonaba por casualidad. Por si fuera poco, su sección
rítmica le seguía a las mil maravillas, acentuando
los motivos del solista y asumiendo riesgos con oficio y desenfado.
La pasión con la que Ray Ferrer y David Gómez
(espectacular en el arranque del veloz "Overtura")
buscaban puntos de encuentro contrastaba con el acompañamiento
más cerebral de un Joan Díaz que ofreció
improvisaciones de altura, centrándose en ocasiones
exclusivamente en su mano derecha, de modo que el cuarteto
sonaba como un trío sin apoyo armónico. Largas
introducciones paisajísticas, cambios de métrica,
unísonos entre saxo y piano y el impresionante solo
basado en progresiones polirrítmicas de David Gómez
en el último tema fueron otros de los puntos álgidos
de este primer pase. Las composiciones de Andueza fluían
con velocidad pero sin precipitación, con fuego escénico
pero sin pirotecnia.
Quince minutos más tarde el cuarteto volvía
al escenario con material algo más reposado y tradicional
(que no tradicionalista). Saxo y piano se permitían
abordar largas improvisaciones construidas desde abajo, con
paciencia, manteniendo continuamente la atención del
espectador. "Mr. Michael Brecker" dio paso a un
blues, composición de Joan Díaz, en el que el grupo
abordó unos originales cuatros de batería, tan
originales que no eran cuatros sino seises, dividiendo cada
coro de blues en dos. Posteriormente la división volvió
a partirse por la mitad, de modo que los solistas intercambiaban
frases de tres compases con el batería, y así
sucesivamente hasta llegar a fragmentos métricos imposibles.
Para colmo, fueron capaces de basar su discurso en el simpático
motivo de "If I Were a Rich Man". Nivel técnico
impresionante, concepto formal claro y capacidad de transmisión. ¿Se puede pedir algo más a un grupo de jazz?
Gran parte de dicha capacidad de transmisión se debió
al contrabajista Ray Ferrer, siempre sonriente y entregado
a la música, sin dejar de intentar y, generalmente,
de conseguir. La balada "Silencio" y el "Nearness
of You" de Hoagy Carmichael interpretado a medio tiempo
y con el solo de piano rítmicamente abierto cerraron
una velada musicalmente impecable, donde la agridulce sensación
final mezcla el alborozo de poder contemplar a artistas de
semejante calibre en la intimidad de un club con la indignación
resultante de la confección del cartel de más
de un festival ¿de jazz? de verano. A ver si aprendemos.