Comentario: La Naturaleza
es sabia. Cuando el joven aprendiz de trompetista Pat Metheny
apenas contaba con 13 años de edad, aquélla quiso
jugarle una mala pasada provocando en sus dientes una deformidad
suficiente como para necesitar un aparato corrector que le impedía
tocar su instrumento con la destreza necesaria. Consecuencia
inmediata: el joven Metheny compró, de segunda mano,
una guitarra (la mítica Gibson 175 que utilizó
hasta principios de los 90). Consecuencia a largo plazo: gracias
a ese aparato para los dientes hemos podido disfrutar de uno
de los jazzmen más prolíficos de la historia.
Y no sólo hemos podido, seguimos haciéndolo, y
cada día con más fruición. Abriendo la
tercera edición del Festival de Jazz de Peñíscola,
en el bonito Palau de Congressos de la localidad castellonense,
el guitarrista apareció en el escenario sin acompañantes,
tan solo él y su guitarra barítona (la acústica
con extraña afinación que utilizara en
One
Quiet Night). Comenzó explorando sonoridades mágicas,
arpegiando sobre acordes imposibles que evocaban paisajes de
otro mundo. De repente se incorporaba una línea de bajo,
aportando misterio, y desaparecía, regalándonos
nuevamente los acordes desnudos. Bellísima introducción
a la versión rápida de "Last Train Home"
y a esa marejada de notas simultáneas llamada "Song
for the Boys", donde la tensión no deja de crecer,
incluso en aquellos puntos donde parece comenzar a ceder. Una
nueva composición aún sin título, balada
de armonía cálida y trasfondo melancólico,
y el popurrí conformado por algunos de sus grandes éxitos
("Phase Dance", "Minuano (Six Eight)", "Antonia",
"This Is Not America"), dieron paso a la espectacular
guitarra Pikasso de 42 cuerdas, cuya interpretación improvisada
de nombre genérico "Into the Dream" dio paso
a sus compañeros: Christian McBride y Antonio Sánchez,
comenzando con el clásico "So May It Secretly Begin".
Con el título provisional de "Number 13", el
trío abordó un tema habitual de las últimas
giras, compendio de las mejores artes jazzísticas del
guitarrista de Missouri, vehículo ideal para permitirle
ofrecer todo su potencial en forma de lenguaje profundo, afilado
y personal. McBride y Sánchez no sólo cumplían
a la perfección su función rítmica, también
ofrecían un extenso repertorio de recursos con los que
apoyar los fraseos de Metheny y embellecer el conjunto. Primera
intervención solista de Christian McBride, un músico
que ya hablaba be-bop siendo adolescente y ahora es capaz de
expresar una visión propia y contemporánea. Si
bueno fue su solo, no se puede perder de vista el original acompañamiento
del líder, nada convencional, con una capacidad de escucha
y reacción al alcance de unos pocos privilegiados. La
improvisación de Sánchez, respetando los obligados
rítmicos de la melodía del tema, estuvo soportada
en todo momento por el cencerro que acciona su pie izquierdo,
y que testificaba las evoluciones de una batería que
parecía tener vida propia.
Tras las presentaciones de rigor, los tres artistas buscaron
la belleza en la balada "Change of Heart", con memorable
solo al arco francés de un Christian McBride que manejaba
su contrabajo como si de un juguete se tratara. Cambio de
tercio: el "Police People" que Metheny grabara en
1986 con Ornette Coleman –que acaba de ver la luz en
la reedición de Song X– permitió que el
espíritu del free jazz se apoderara del ambiente. Pat
utilizaba deliberadamente sonidos estridentes sobre los obsesivos
pedales de McBride, mientras Antonio Sánchez atiborraba
su improvisación de polirritmos. Faltaba poco para
el momento álgido de la noche, la extendida interpretación
de "Question and Answer", el complejo vals con acordes
coltranianos que Metheny grabara por vez primera a finales
de 1989 y que se ha convertido en visita obligada noche tras
noche en las actuaciones del trío. Este tema arranca
lo mejor de los músicos, lo más salvaje, lo
más cierto. De la improvisación de Pat se pudieron
desgranar tintes oscuros, sombríos, incisivos, evolución
de su lenguaje, sin duda, que también estuvo presente
en otras fases del concierto. McBride atacaba sus cuerdas
de forma caníbal, como si le fuera la vida en ello.
Sánchez comenzó su solo con recato, pero no
con miedo, sino más bien acechando a su presa artística,
esperando el momento justo de elevar las dinámicas
a su máximo nivel expresivo. El batería se fundió
con su maestro en la intervención de éste a
la guitarra sintetizada, haciendo del ruido una necesidad
para un público tan emocionado como apabullado. Cuando
parecían haber alcanzado el Olimpo de la intensidad,
Pat accionó su pedal octavador, haciendo su sonido
más agudo y estridente, desplegando sensaciones desgarradoras,
creando. El final del tema, ad libitum, parecía
un agónico epílogo a los veinte minutos anteriores.
Magistral representación intensamente reconocida por
el respetable.
Y tras la tensión, reposo. Dos temas a guitarra acústica
("When Night Turns Into Day" y la brillante adaptación
del "Lonely Woman" de Horace Silver que el de la
camiseta a rayas grabara en su Rejoicing de 1983)
relajaron el ambiente, buscando la sutil interacción
entre los músicos. Como fin de concierto, un "Lone
Jack" en el que Pat Metheny observaba la armonía
como simple referencia de la que salir y entrar a voluntad,
donde Christian McBride utilizaba índice y corazón
con la facilidad con que los usaría un bajista eléctrico,
y donde Antonio Sánchez manejaba las baquetas con tal
maestría que parecía estar físicamente
unido a ellas. El bis, ese desenfadado blues en sol mayor
llamado "Double Guatemala", puso el punto y final
a las dos horas y cuarto que duró el espectáculo.
¿Qué más se puede pedir? Gran noche inaugural
para un festival, el de Peñíscola, que ha apostado
por el jazz de calidad y al que deseamos toda la suerte del
mundo.