Comentario: Casi como colofón al
cierre de la temporada, el nuevo Berlín ha apostado
por una figura de renombre en la siempre puntera escena neoyorquina:
el guitarrista Scott Dubois, que ya asombrara a propios y
extraños con su primer CD, Monsoon, en el
que cuenta con la colaboración ni más ni menos
que del mismísimo David Liebman.
Recien llegado del barcelonés Jamboree, con su compañero
de fatigas, el saxofonista Jason Rigby, y la sección
rítmica nacional (pero de nivel internacional) formada
por Toño Miguel y Borja Barrueta, el de Chicago ofreció
en la primera de las tres noches que pasará en el club
madrileño un compendio de temas de su nuevo trabajo
discográfico, de inminente aparición, salpicados
de algún que otro estándar. Continuamente apoyado
en su pedal de volumen, Dubois ofreció un vocabulario
decididamente moderno, notas elegidas con cautela y buen gusto
para conformar paisajes abstractos, basados en una armonía
ambigua y continuos cambios de contexto en parte escritos,
en parte improvisados. Los unísonos con Jason Rigby
sobre difíciles métricas se tornaban sobrecogedores,
y el empaste con los músicos españoles, más
que reseñable. Toño Miguel, adalid de la profesionalidad,
ejecutaba con precisión los obligados rítmicos,
jugaba con pedales y ofrecía improvisaciones perfectamente
contextualizadas en el universo Dubois. Borja Barrueta, siempre
espectacular, se aliaba con los silencios, coqueteaba con
los cambios de arma percutora (mazas, baquetas, escobillas
y sus propias manos) y demostraba una capacidad de reacción
infinitesimal. Ambos intérpretes se involucraron completamente
en la música, abordándola con decisión
e imaginación.
El segundo pase contó con el "Inner Urge"
de Joe Henderson y "You and the Night and the Music"
de Dietz y Schwartz, paradas más convencionales donde
Dubois y Rigby improvisaron con soltura y originalidad. Se
tornaba curioso el contraste entre la aparatosidad con que
Scott utilizaba su brazo derecho y el capricho con que elegía
cada nota de sus improvisaciones, la dirección que
tomaban las mismas y la interacción que buscaba (y
encontraba) con sus compañeros.
Jazz actual, contemporáneo, de un notable nivel de
abstracción, técnicamente complejo pero completamente
espontáneo en su presentación. Una exposición
de arte en movimiento. Y lo mejor de todo: aún quedan
dos noches para disfrutar de ella.