Comentario: Hay músicos que parecen salidos de otro planeta. Con independencia de la dificultad técnica implícita en su arte, es su concepto el que marca diferencias. Podrán gustar más o menos, podrán llegar al gran público o sólo a minorías inquietas, pero el valor de su búsqueda es innegable. Tal es el caso de Scott Dubois, y así lo demostró en su actuación en Bogui Jazz, donde el neoyorquino −que presentaba su nuevo CD, Tempest− y sus tres acompañantes, mostraron sus ideas musicales sin cortapisas estilísticas ni concesiones a lo políticamente correcto. No las necesitaban.
El binomio formado por “Alone” y “Hit to the West” abrió la velada con un complicadísimo unísono, cuya perfecta ejecución contrastaba con la sensación de ausencia de tiempo. El alemán Gebhard Ullman cautivó con su sonido potente y metálico, mientras Eivind Opsvik ofrecía limpieza e imaginación al contrabajo y el batería Jeff Davis no paraba de subrayar las evoluciones de sus compañeros con oficio y atenta escucha. Dubois ejercía de nexo de unión entre los miembros del cuarteto al aportar las referencias armónicas mínimas, e intervenía de forma abierta, sin preconcepciones. Las composiciones del guitarrista, de estructura compleja, invitaban a improvisar con una doble sensación de total libertad y rigidez formal. Un tema aún sin título, el hipnótico “Spilled Colors” y “Old Man on the Platform” completaron un primer pase cargado de información musical. Ullman demostró elegancia al soprano y originalidad al clarinete bajo, del que extrajo un amplio rango de sonidos, devaneo percusivo incluído.
La siguiente parte del concierto confirmó a Ullman
como una especie de Eric Dolphy germánico y a Scott
Dubois como un artista de elevadísimo nivel conceptual.
“Rain on Rain” y “Cream” dieron paso
a la polirritmia entre melodía y sección rítmica
presente en “Wander”. Los puntos de apoyo de los
temas de Dubois, si bien pueden quedar claros para los intérpretes,
son difícilmente apreciables por el oyente, lo que
proporciona a su música una enorme capacidad de sorpresa.
“Inevitable” y “Burst” cerraron el
espectáculo entre sentidos aplausos, dio validez a
la iniciativa “Jazz con sabor a club” y demostró
que, en muchas ocasiones, la programación más
interesante del Festival de Jazz de Madrid no se encuentra
en los grandes auditorios.