Comentario: Cuando un
jazzman
ofrece varias caras se agradece que las muestre por separado
y explícitamente, ya desde la publicidad del evento.
El buen aficionado es consciente de antemano de lo que se va
a encontrar en un concierto de Chick Corea & Origin, de
la Chick Corea Elektric Band o del Chick Corea New Trio, al
igual que en espectáculos del Pat Metheny Group o el
Pat Metheny Trio. La mera idea de imaginar a uno de estos improvisadores
de lujo combinando proyectos en la misma aparición pública
es una invitación al fracaso, por eso casi nunca lo hacen.
Quizás habría que informar de ello a Kenny Garrett.
El saxofonista ofreció un concierto de dos caras: la
más dura, moderna e intensa de su hard bop místico
y la más suave, comercial y edulcorada de sus decepcionantes
devaneos con el jazz
fusion. Para colmo de males, el
material de peor calidad se aglutinó al final de la actuación,
provocando en el oyente el abrupto paso desde la catarsis espiritual
a un soporífero aburrimiento.
Garrett presentaba en Madrid su último trabajo discográfico,
Beyond the Wall, una excelente obra donde el de Detroit
toma riesgos, mostrándose atrevido y contemporáneo.
La formación de cuarteto acústico invitaba a la
exploración de esa última grabación en
directo, si bien la presencia de dos teclados y un
Fender
Rhodes sobre el escenario introducía una cierta
controversia en el ambiente. Al principio, salvo el retraso
en el inicio de la actuación, todo fue sobre ruedas.
El grupo salió a romper, aprovechando el enfoque modal
de "Beyond the Wall" para explorar caminos sonoros
en conjunto. La figura de Garrett se contorsionaba mientras
sus frases fluían con poderío sobre los acordes
contundentes de Benito González y el acompañamiento
de una sección rítmica que hizo gala de todo tipo
de recursos para afrontar tan larga interpretación sin
caer en la monotonía. Todo iba bien hasta el solo de
contrabajo, que Kris Funn interrumpió cegado por una
intensa luz que pretendía iluminarle como si viniera
de otro planeta. Su compañero Jamire Williams (vaya peinado,
por cierto) lo pasó aun peor, enfrentándose a
su solo de batería con los ojos cerrados ante un intenso
foco parpadeante digno de una discoteca cutre. Con el técnico
de luces más tranquilo tras las risas de los asistentes,
el cuarteto abordó el solemne 6/4 de "Calling"
con sus referencias coltranianas y un único solo, del
líder del grupo, con el que se alcanzó un altísimo
nivel expresivo. "Now" ofreció espacio para
la improvisación del pianista Benito González
y continuó alimentando las expectativas ante el enorme
nivel musical presente en escena hasta el momento.
Pero a partir de ahí todo fue distinto. Contrabajista
y batería abandonaron el escenario propiciando un delicioso
dúo de piano y saxo soprano en el que Garrett navegó
por mares orientales, buscando la mejor sonoridad que el recinto
le ofrecía, al tocar sin amplificación. La vuelta
de la sección rítmica propició una interminable
interpretación con González y Garrett a los teclados,
eterno
riff sobre el que todos improvisaron y que sumió
el concierto en la monotonía. Como último tema,
Garrett recuperó el "Happy People" que diera
título a su disco de 2002, demostrando nuevamente que
la fusión no es su campo. Se hizo aun más interminable
que el tema anterior, rayando en la chabacanería y el
mal gusto, con un número exagerado de falsos finales,
requiriendo explícitamente el aplauso del público,
haciendo cantar al respetable y ocasionando un despropósito
de dimensiones gigantescas. Para colmo no hubo ni bis.
Por fortuna la organización de este IX Festival de Jazz
de Ciudad Lineal tuvo un detalle con los asistentes, ofreciendo
tras este concierto inaugural un cóctel gratuito con
el que disfrutar de la exposición de fotos correspondientes
a la edición anterior del festival, a cargo de Ángel
Gutiérrez Aguirre. Buena forma de finalizar un espectáculo
agridulce.
Texto © 2006
Fotos © 2006 Felipe García