Comentario: La magia del
jazz en un club no sólo se alimenta de la cercanía
a los músicos y la interacción de éstos
con el público, ni siquiera del ambiente cómodo
y acogedor. A veces los clubes son testigos mudos (¡qué
paradoja!) de la emergencia de talentos no muy conocidos, descubrimientos
de inolvidable recuerdo como este cuarteto, el del pianista
estonio Kristjan Randalu. Hasta tal punto sorprendió,
que parte del público repetía experiencia tras
haber asistido a algunos de los conciertos que el mismo combo
había ofrecido la semana anterior (ya lo dice Randalu
en su página web: "Madrid is the place!").
De entrada la formación era más que inusual:
partiendo del cuarteto clásico melódicamente
encabezado por un saxo, Randalu otorgaba dicho liderazgo al
violonchelo de Stephan Braun, virtuoso amanuense de variadas
técnicas y con plena capacidad para la improvisación.
El uso de efectos sonoros en el chelo y patrones de batería
modernos, así como las variaciones métricas
y la técnica clásica del pianista, identificaban
al grupo con los suecos E.S.T., si bien en las ocasiones en
que la base melódica y rítmica de los temas
hacía referencia a música tradicional balcánica,
la similitudes se daban con el yugoslavo Bojan Z. Sonido,
por tanto, puramente europeo.
Los cuatro intérpretes, residentes en Manhattan, mostraron
interacción, escucha mutua, excelente nivel técnico
y buenas ideas. El zaragozano Toño Miguel (sonriente
de principio a fin del concierto) ofreció un discurso
basado en notas claras y precisas, mientras Bodek Janke no
se limitó a tocar la batería, utilizando diversos
tipos de enseres percusivos y cantando melodías de
tinte étnico en varios temas. Compases de 5/4 y 7/8
se combinaban con intrincadas versiones de clásicos
como "All the Things You Are" o "If I Were
a Bell", sorprendentes arreglos de Randalu con endiabladas
partes escritas. El estonio dirigía a su grupo desde
la discreción, sin extenderse demasiado en sus solos
y dando cancha a sus músicos. No obstante el héroe
de la noche fue Stephan Braun. El chelista embelesó
al nutrido público que asistía, entre el silencio
respetuoso y el aplauso encendido, al espectáculo.
Mezclando técnicas de arco y pizzicato, autoacompañándose
o apoyando el instrumento sobre su muslo, como si de una guitarra
se tratase, Braun aportó más que simple color
tímbrico. El joven cuarteto hacía hincapié
en los detalles, evitando de ese modo el abuso del virtuosismo.
El sabio uso de dinámicas y contrapuntos permitía
variar la intensidad de los temas de forma dramática
pero no abrupta, concentrando la atención del oyente
en múltiples puntos, desde la interacción rítmica
al lirismo melódico o la síntesis de timbres
(con especial mención al unísono entre chelo
y piano).
Estamos ante otro nuevo éxito de la globalización
artística. La fructífera escena neoyorquina
está agrupando a músicos de todos los orígenes,
afianzándose como centro de contactos, marcando tendencias
pero sin cercenar ideas estilísticas. Por otro lado
Europa continúa su avance hacia el Olimpo del jazz
contemporáneo. El cuarteto de Kristjan Randalu (un
estonio, un alemán, un español y un polaco)
no sólo aporta prueba de ello, además fomenta
la sensación de que aún le queda mucho más
que decir. Le seguiremos la pista.
http://www.kristjanrandalu.com/
http://www.stephanbraun.com/
http://www.antoniomiguelbass.com/
http://www.bodekjanke.de/