Comentario: Dave Burrell
es un pianista y compositor singular dentro de la escena jazzística
contemporánea, a la vez que una figura destacada de la
vanguardia norteamericana, perteneciente a la corriente conocida
en los años sesenta como
New Thing. A sus 67
años, se presentó por primera vez en Madrid en
el marco de un nuevo ciclo de Jazz en Primavera del Colegio
Mayor San Juan Evangelista. En esta ocasión el
leiv
motiv de los conciertos ha sido la creatividad en el jazz,
un nuevo acierto de Alejandro Reyes (
alma mater del
Johnny), porque no podría aplicarse un apelativo más
apropiado a Dave Burrell que el de creador, a la vez que innovador
y original en su manera de entender e interpretar la historia
del jazz. A cuestas con un equipaje en el que pudimos vislumbrar
las influencias que han dado contenido a su interpretación
de la música, Dave Burrell asume a los clásicos
y les somete sin complejos a una recreación hasta límites
desgarradores. A pesar de ello, pocas referencias se tenían
de la última etapa de la carrera de este pianista nacido
en Connecticut, con 30 años en los escenarios, cuyo nombre
figura ligado, quizás de manera un tanto secundaria,
a grandes improvisadores como Archie Shepp, Pharoah Sanders,
David Murray o Marion Brown. Y a buena fe que no defraudó
en la actuación que pudimos ver en el Johnny, con uno
de los muchos proyectos que mantiene en la actualidad –el
Full Blown Trio–, con el presentó su último
trabajo,
Momentum.
Las dinámicas composiciones de Burrell beben de fuentes
tan diversas como Jelly Roll Morton, James P. Johnson, Thelonious
Monk, Duke Ellington, los musicales de Broadway o la música
clásica. A lo largo del concierto pudimos percibir,
más bien intuir, dichas influencias, porque, para Burrell,
la tradición es una excusa con la que va construyendo
su música. Encaramado al piano, sus temas se desvían
por los derroteros de la imprevisibilidad, hacia caminos que
entroncan con la "deconstrucción", que consiste
en mostrar cómo se ha creado un concepto musical a
partir de procesos históricos y acumulaciones metafóricas,
evidenciando que lo claro y evidente dista mucho de serlo,
ya que puede ser sometido a la destrucción, hasta someter
la influencia a la nada y convertirla en un concepto irreconocible.
La "deconstrucción" se rebela ante la tradición
y la historia, y propone justo lo contrario, hasta que la
música llega a momentos indescriptibles. Desde el principio,
Dave Burrell demostró ser un falso pianista melódico,
ya que siendo gran dominador de esta faceta como fiel seguidor
de los grandes anteriormente citados, enseguida enseñó
sus cartas y demostró cuales eran los derroteros del
concierto. A lo largo de los siete temas que interpretó
el trío, seis de Burrell más un clásico
de Irving Berlin, el denominador común fue la capacidad
para generar infinitas lecturas de su música, creando
diversas capas en las que tenían cabida aspectos de
la música repetitiva, melodías improvisadas,
ejercicios de economía musical, en los que el músico
muestra un mínimo detalle reconocible, pero enseguida
se marcha por otros caminos, elevando la tensión, el
dramatismo o juegos en espacios minimalistas.
Tres de las piezas interpretadas fueron compuestas por Burrell
como banda sonora de la película muda Body and
Soul, con las que demostró sus dotes para la creación
de ambientes obsesivos, arrebatadores y llenos de tensión.
Tanto "Downfall", "4:30 to Atlanta" y
"Broken Promise" centraron en buena medida el desarrollo
del concierto, con un Dave Burrell empleando una manera sencilla
de recorrer las teclas, un contrabajista, Keith Witty, correcto
en la acentuación de los ritmos del maestro y un batería,
Guillermo E. Brown, tal vez excesivamente estruendoso para
lo que requiere el proyecto de Burrell.
La estructura de los temas fue muy similar en cada uno de
ellos: comienzo de unas graves notas de piano interpretadas
de modo percusivo, acompañadas por bajo y batería
de manera repetitiva y obsesiva, hasta que el tema explota
en la mitad, aumenta la tensión y se encamina hacia
la improvisación, donde Burrell intercambia las posiciones
de los dedos en el teclado hasta terrenos arrebatadores. Burrell
juega con las melodías y las va despojando de sus rasgos
más fáciles, quita y pone como si fuera un pintor
que crea en el momento un cuadro, traza o borra líneas
melódicas, pone colorido u oscuridad en los intervalos
o aumenta la tensión en alguna que otra balada. Las
piezas van ganando intensidad a medida que evolucionan, de
nuevo llega la calma y vuelta a empezar. Apoyado en el buen
hacer del contrabajista Keith Witty, Burrell dibuja y crea
bonitos y sugerentes paisajes sonoros.
En el concierto también hubo un momento para el divertimento
con una pieza de Irving Berlin, "Its Wonderful",
melodía que comenzó a piano solo, con un riff
característico en el fondo, hasta que el desarrollo
de la pieza se fue complicando, haciéndose prácticamente
irreconocible. Las notas se repitieron y enseguida entró
el batería con uno de sus solos, pasados de contundencia,
pero bien ejecutados. Al instante se volvió a retomar
la tónica del concierto, con un tema de despedida,
"Cool Reception", en el que contrabajista con arco
y batería prepararon mano a mano el terreno para que
Burrell interpretase una elegante melodía, que provocó
los aplausos del público. Con un estilo propio e inconfundible,
Dave Burrell demostró, en un buen concierto, que merece
la pena seguir su carrera a partir de ahora y descubrir sus
trabajos anteriores. Como siempre, fiel a su ideario, el Johnny
no defraudó y apostó por un músico que
atesora mucha calidad en sus dedos y demostró que aún
quedan gemas en el amplísimo y complejo universo del
jazz.