Comentario: El panorama
del jazz ha cambiado, y de forma definitiva. Lo que ayer eran
promesas hoy son realidades, y el conservadurismo ha caído
por su propio peso, dando cancha a fórmulas innovadoras
plenamente afianzadas y, por fin, con buena respuesta popular.
Hace veinte años hubiera sido impensable un gran auditorio
de una ciudad sin excesiva tradición jazzística
abarrotado hasta los topes con motivo de la actuación
de un trío sueco que utiliza la electrónica como
parte de su discurso de sonoridades clásicas. Pero los
tiempos avanzan, el jazz europeo sigue creciendo y E.S.T. continúa
en el furgón de cabeza. Si sus actuaciones españolas
siempre se han contado por éxitos, en este caso la respuesta
de tan numeroso público hizo de su concierto sevillano
un evento idílico.
La actuación constó de dos partes bien diferenciadas:
una primera de marcado corte electrónico donde la modificación
sintética del sonido jugó un importante papel,
y un segundo bloque con carácter acústico. Los
dos acordes de "Serenade for the Renegade" sirvieron
de toma de contacto, centrando la atención del respetable
en la majestuosa figura del bajista Dan Berglund, más
expresivo que nunca. El sueco hacía llorar su arco acercándolo
violentamente al puente de su contrabajo, variaba la presión
ejercida sobre las cuerdas o lo acercaba a estas con suavidad.
El instrumento de Berglund gritaba, roncaba, se quejaba y gemía
de placer. A veces, incluso, hablaba por varias bocas, cuando
el gigante golpeaba las cuerdas graves con su mano izquierda
mientras la derecha sujetaba firmemente el arco, haciendo sonar
un bordón en Sol.
Como es habitual en el trío, el repertorio fue decidido
sobre la marcha, pero sin comunicación verbal entre los
músicos. Un pequeño gesto, una figura rítmica
o un leve retazo armónico eran suficientes para que los
tres miembros reconocieran la pieza a interpretar. De ese modo
el grupo fue encadenando composiciones a modo de
suite.
Los temas del nuevo y agresivo
Tuesday Wonderland cobraron
una dimensión dramática en directo, con especial
mención al par formado por "Brewery of Beggars"
y "Beggar's Blanket". Svensson, esclavo de la inteligente
elección de notas, improvisó con suma soltura
sobre la métrica en 5/4 de "Eight Hundred Streets
by Feet", mientras Berglund y Östrom impresionaban
a la audiencia con sus imaginativos interludios. El primero
utilizó dobles cuerdas y un
delay que hacía
sonar su contrabajo de forma agónica. El segundo blandía
una baqueta con su mano derecha mientras la izquierda manipulaba
una pequeña mesa de efectos con la que alterar los timbres
de su cacharrería. Un largo ascenso de dinámicas
dio paso a "Definition of a Dog", marchosa obra que
arrancó sonoros aplausos y dio la bienvenida a las presentaciones,
en las que no faltó el técnico de sonido Ake Linton.
De ahí en adelante el trío concentró sus
esfuerzos en el lirismo y los detalles derivados de un entorno
menos electrificado. La deliciosa balada "The Goldhearted
Miner" descubrió el lado romántico del piano
de Svensson, contrastando con la fuerza y concisión de
"Tuesday Wonderland". La complicidad de Svensson,
Berglund y Östrom no conoce límites, y uno de los
momentos más especiales de la velada fue la transición
a "Mingle in the Mincing Machine", composición
de sonoridades industriales extraída del enorme
Seven
Days of Falling. Sumidos en un interludio modal donde los
tres músicos improvisaban con total libertad, Berglund
sugirió un esbozo del
riff del tema mecionado.
En un momento casi mágico, pianista y bajista levantaron
la mirada en el mismo instante para, con total precisión,
cambiar el tono de dicho
riff, indicando a Magnus Östrom,
siempre alerta, hacia dónde navegaba el discurso musical.
Dan Berglund, acostumbrado a ser el que más aplausos
recibe, volvió a hacer de las suyas en un solo con distorsión
a tres cuerdas (como si su enorme contrabajo fuera una guitarra
eléctrica), cerrando el espectáculo en su punto
álgido.
El bis estuvo a la altura del material que le precedió.
La versión del monkiano "'Round Midnight"
introdujo sutiles variaciones, y "Goldwrap"
arrojó fuerza escénica, finalizando en un
acorde picado, preludio ideal del desatado reconocimiento
por parte del público. Es un privilegio disponer
de un grupo como E.S.T., que no sólo esta ayudando
firmemente a definir el estado actual del jazz (y, por
consiguiente, a trazar su futuro); también es capaz
de defender su propuesta noche tras noche con una intensidad
y un nivel artístico encomiables. El 18 de julio
los suecos subirán al escenario de uno de los grandes
festivales españoles, el de Vitoria-Gasteiz (al
que asistirán por tercera vez, pero en este caso
como cabeza de cartel). Estaremos pendientes de la que
puede ser su consagración definitiva en la Península.