Comentario: Una vez más
Uri Caine en el Johnny, y esta vez para presentar su esperado
y controvertido proyecto Mozart remixed.
El concierto comienza sin más preámbulo que
la salida a escena del pianista neoyorquino, que interpreta
a piano solo la Sonata K 545 de manera lúdica,
animosa, optimista, alegre y no carente ni de swing ni de
pinceladas de ragtime: desfigurando la melodía,
convirtiéndola en disonante y humorísticamente
"torpe", como queriendo mostrar el carácter
en vida del genio de Viena.
Tras esta introducción salió por fin el grupo,
un sexteto, contradiciendo lo mostrado en los folletos informativos,
que anunciaban un cuarteto.
La inclusión de la violinista Joyce Hammann –virtuosa
de sólida formación académica, capaz
de transgredir a la menor oportunidad– y el contrabajista
Michael Formanek –de reconocido prestigio– completaban
al resto del grupo, ya anunciado.
El concierto se desarrolla por los derroteros previstos,
composiciones de Mozart, sí, pero que nadie se lleve
a engaño: esto no es música clásica ni
pretende serlo, que nadie la juzgue como tal, o sus opiniones
y conclusiones incurrirán en errores de difícil
solución.
Ésta es una dura controversia que no debería
existir: el jazz, como la clásica, son lenguajes que
hay que saber traducir. ¡Y en eso estamos!
Y es que cada lenguaje tiene sentido dentro de su contexto,
fuera de él lo pierde.
Por tanto sería mas acertado hablar de jazz de la
tercera corriente –Third Stream– estilo
que bien pudo tener su introducción con "Rhapsody
in Blue" de George Gershwin y que los Modern Jazz Quartet
fundamentaron, lo que mas tarde desarrollaron Claude Bolling
–en sus discos con Jean Pierre Rampal o Alexandre Lagoya–
y que actualmente ofrece Jacques Loussier.
La tentación siempre ha estado ahí, desafiante
para aquél que quisiera recoger el guante. La fusión
del jazz y la clásica surge natural e inevitable, si
bien es cierto que ésta ha caído casi siempre
del lado del jazz.
Uri Caine ha recogido ese reto, no solo con Mozart, antes
lo hizo con otros compositores como Wagner, Mahler o Schumann.
Y es que su apuesta es arriesgada y osada como pocas, al tocar
la fibra sensible de quienes son amantes de la llamada "música
culta". ¿Que estaríamos diciendo si esta
apuesta se hubiese interpretado en otro escenario y con otra
clase de público, menos entregado y entusiasmado que
el del "Johnny"? Posiblemente estaríamos
hablando de todo un estallido de gritos y herejías
contra tamaña tropelía, pero afortunadamente
no es de "música clásica" de lo que
hablamos, si no de Third Stream, es decir de jazz
en una sus múltiples variantes.
Y es que ésta es una proposición que no deja
a nadie indiferente: unos la odiarán, otros la amarán
profundamente por su riesgo y frescura a la hora de arreglar,
improvisar e interpretar y otros simplemente se refugiarán
en la incredulidad y el asombro de la perplejidad.
En referencia a lo que pudimos ver esta noche en el Johnny,
los solistas se mostraron como jazzmen interpretando
como músicos clásicos de cámara.
Piezas como la Sinfonía nº 40 se interpretó
de forma original, en una perpetua construcción/destrucción,
mostrando a un Mozart disonante-discordante, que se crea y,
se destruye en un juego de energía constante, en una
dicotomía de final imprevisible e improvisado, donde
los extremos se tocan, jazz-clásica, clásica-jazz.
Fueron noventa minutos –bis incluido– de máxima
atención y respeto por lo allí mostrado, donde
el espíritu burlón del supuesto enemigo de Salieri,
partiendo del escenario recorrió las pobladas butacas
de patio, asintiendo complacido y sonriente ante tan singular
exhibición.