Comentario: El jazz, como
forma de arte, ha guardado desde sus comienzos una estrecha
relación con la vida del hombre moderno. Si bien se asienta
sobre una robusta base tradicional, su capacidad de adaptación
y evolución ha asegurado su permanencia a lo largo de
las últimas décadas. En esa flexible paradoja
(evolucionar para permanecer, adaptarse para respetar la tradición)
se encuentra el Santo Grial cuya conquista debe ser objetivo
prioritario para cualquier intérprete de jazz.
Y en ese punto nos debemos referir al pianista Martial Solal,
un maestro cuya capacidad artística parece crecer sin
límites y que el pasado sábado ofreció
un recital inolvidable. El francés, que cumplirá
ochenta años el próximo agosto, abordó
la interpretación de
standards clásicos
desde una perspectiva tan crítica e intelectual como
fresca y apasionada. Las infinitas exploraciones armónicas
a que sometió las estructuras de manidas composiciones
del cancionero americano dibujaron abiertos paisajes para deleite
de los presentes. Las disposiciones de acordes y los intervalos
utilizados en sus dos primeros números, "Tea for
Two" y "On a Clear Day", parecían extraídos
de la paleta del mismísimo Claude Debussy, si bien aderezada
con un innegable sabor jazzístico. Solal ampliaba o modificaba
la estructura cordal de los temas añadiendo complejidad,
pero sin dejar de preocuparse del oyente. El pianista utilizaba
tensiones y acordes suspendidos que aportaban dramatismo, humor
o simple contraste, pero nunca abusaba de ellos, de modo que
la escucha era más que agradable. Fue capaz de abandonar
por un momento el guión preestablecido en "Have
You Met Miss Jones?" para citar con ambas manos el blues
parkeriano "Now's the Time", de sobrecoger
al auditorio con su revisión de "Solitude"
o de asombrar a propios y extraños con su deconstrucción
de otra pieza de Duke Ellington, "Caravan".
El discurso de Solal no sólo cumplía estrictamente
los cánones más estrictos del jazz, también
incorporaba elementos rítmicos del folclore y armónicos
de la música clásica. Todo sirve cuando de crear
belleza se trata. Un original oscuro y sobrecogedor ("lo
compuse en el avión, viniendo hacia Madrid", dijo)
destilaba solemnidad en sus cambios de tonalidad, para contrastar
con la dulzura de "Corcovado" y "Body and Soul".
Sin dejar de ejecutar su función característica,
ambas manos entablaban un continuo diálogo cuyo seguimiento
dotaba de interés a la escucha del concierto.
A partir de ese instante se sucedieron una serie de bises que
abarcaron un amplio rango estilístico, desde Mozart hasta
la música descriptiva de los dibujos animados de Tex
Avery (no en vano Solal ya compuso alguna que otra banda sonora).
De esta última fase de la actuación cabe destacar
el
medley dedicado a Gershwin ("Oh, Lady Be Good",
"The Man I Love", "Summertime") y el que
conformaron "Stompin' at the Savoy", "What Is
This Thing Called Love?" y "I Can't Get Started".
Un nuevo apunte de Ellington, "Take the A Train",
puso el punto y final a un espectáculo de generosa duración
cuyo público acabó encantado.
No sabemos si Solal habrá encontrado ya el Grial, pero
su búsqueda se augura fructífera. El pianista
de Argel demostró que el respeto a la tradición
consiste en renovarla, que la imaginación y el conocimiento
son más poderosos que la falta de instrumentación,
y que esa permanencia basada en la evolución disfruta
de una salud excelente. ¡
Chapeau!