Comentario: Veinte años
han pasado ya desde que Charlie Haden editara el primer disco,
homónimo, de su Quartet West. Veinte años durante
los que el cuarteto ha afianzado su sonido, creciendo como agrupación
y abordando una exitosa búsqueda de la belleza en su
música. Anoche el imponente escenario del Teatro Real
de Madrid fue testigo de la buena salud de la formación,
en un concierto que sirvió para recorrer su trayectoria,
revisando y aumentando algunos de los temas más significativos
de la banda.
El encargado de romper el hielo fue el
parkeriano "Passport",
veloz tema basado en "I Got Rhythm" incluído
en el disco debut del Quartet West. Ya en esa primera interpretación
los miembros del cuarteto mostraron sus credenciales. Si Ernie
Watts se mostraba conciso, pletórico de sonido y lenguaje,
Alan Broadbent encarnaba la soltura y el oficio. Si la labor
de Rodney Green a los tambores cobraba especial relevancia,
dadas las sutiles características acústicas del
recinto, el líder aprovechaba dichas características
para hacer suyo el espacio, proyectando su lenguaje personal
de forma solemne. Haden no se parece a ningún otro contrabajista.
Sus líneas buscan la expresividad de lo aparentemente
sencillo, de lo claro, de la comunión entre un instrumento
musical y la voz humana, aunque dicho instrumento esté
tan poco dotado para "cantar" como el contrabajo.
Haden huye de la pirotecnia y los efectismos, economizando esas
notas que elige con tanta sabiduría y, a la vez, naturalidad.
El original "Hello My Lovely" nos obsequió
con un segundo solo de Charlie Haden sin acompañamiento,
y el animado calypso de "Child's Play" nos permitió
apreciar con más detalle el buen trabajo de Rodney Green,
modelo de elegancia y buen gusto tanto vistiendo como tocando.
Tiempo para los dos momentos álgidos de la noche: "First
Song (for Ruth)" es una gran creación contemporánea,
un
standard de facto versionado hasta la saciedad por
figuras de la talla de Abbey Lincoln, Pat Metheny, Gonzalo Rubalcaba
o Geri Allen. Su calidad hace de esta pieza una obra atemporal,
hasta tal punto que el director Andrew Niccol utilizó
la versión de Stan Getz y Kenny Barron para dar ambiente
a un bar futurista en su filme
Gattaca. En el Real,
gracias al preciso acompañamiento de Alan Broadbent,
Haden nos dejó un solo emocionante, cargado de tensión,
un monólogo inspirado que caló profundamente en
los asistentes. Como constraste, el desgarrado final abierto
de Ernie Watts buscó la velocidad y el uso de diversas
técnicas, perfectamente dominadas por el saxofonista.
Aún no nos habíamos recuperado de la intensidad
de "First Song" (dedicado por Haden a su mujer, la
cantante Ruth Cameron), cuando el bajista anunciaba por el micrófono
el título de la siguiente pieza: ni más ni menos
que el "Lonely Woman" de Ornette Coleman, paradigma
del
free jazz que, en esta ocasión, reposó
sobre un entorno modal cortesía de los inteligentes
voicings
de Broadbent. El pianista, para redondear su trabajo, abordó
una dramática improvisación sin acompañamiento.
El último número en programa también correspondió
a Charlie Parker. "Segment" permitió apreciar
el buen hacer de Rodney Green en sus improvisaciones (en este
tema primero hizo un solo y después intercambió
fragmentos de ocho compases con sus compañeros), citando
la melodía de forma claramente reconocible. El público
estaba encantado, y el bis iniciado por Haden y Broadbent a
dúo no fue suficiente. El respetable forzó al
cuarteto a aparecer otra vez, ahora atril en mano, al escenario.
Noche redonda, repaso a una trayectoria impecable y nueva demostración
de que el jazz tiene cabida en cualquier tipo de recinto, por
aparatoso que sea. Todo es cuestión de tomárselo
con sano humor (como dijo el propio Charlie Haden: "echo
de menos al Rey y a la Reina").