Comentario: Esperanza Spalding
es una mujer afroamericana guapa, de aspecto frágil,
que tan sólo cuenta con 23 años de edad y toca
el contrabajo y canta. Semejante carta de presentación,
así como el hecho de que compartiera la última
jornada del Festival de Jazz de Vitoria con Norah Jones podría
hacer suponer a priori que su inclusión como líder
en el cartel del festival obedeciera a una temprana amortización
de prematuros criterios comerciales. Pero los que tuvimos la
suerte de verla en el Festival de Jazz de Móstoles hace
un mes con Joe Lovano ya habíamos superado todos los
prejuicios.
Esperanza Spalding es una fuerza de la naturaleza. Su envidiable
técnica de contrabajo viene avalada por su puesto de
profesora en la Berklee School of Music. Su sonido es penetrante
y su energía contagiosa. Siempre sonriente, y bailando
al son de su propia música, este prodigio de coordinación
ataca sus líneas de bajo con lenguaje, improvisa con
gusto y canta a la vez con soltura sin perder precisión
en su labor contrabajística. Esperanza Spalding no
es una anécdota, sino un nombre a tener en cuenta.
En su cita vitoriana presentaba su primer disco, Junjo
(editado por la compañía barcelonesa Ayva Music),
labor que afrontó con desparpajo y espontaneidad.
Muy bien secundada por el batería Lyndon Rochelle
y un Leo Genovese que rozó la perfección al
piano, la Spalding supo conformar un repertorio variado que
compensaba sus devaneos vocales con el hacer instrumental
del trío. Abarcando un amplio abanico jazzístico
apoyado en originales, el reconocimiento popular vino de la
mano de "Body And Soul" y el brasileño "O bem
do mar", donde la voz de Esperanza se expresó
con dulzura y sentimiento. Técnicamente su coordinación
entre ambas extremidades superiores la permite volar sobre
el contrabajo como si tocar dicho instrumento fuera algo sencillo.
Su dominio del mástil y del oído la permite
abordar cualquier nota independientemente de su altura sin
necesitar mirar su mano izquierda ni apoyarse en notas de
referencia.
Esperanza Spalding sorprendió en su debut alavés,
hasta el punto de compartir con e. s. t. el privilegio de
ofrecer dos bises. El primero demostró una claridad
de ideas que esperamos no fructifique ("sé que
esto es un festival de jazz, pero le quiero comprar una casa
a mi madre, así que voy a tocar un tema pop"),
el segundo fue abordado en solitario, sin piano ni batería.
Solas ella, su contrabajo y su voz. Con su inconfundible pelo
a lo afro, su dulce carita de niña buena y su perpetua
sonrisa , Esperanza Spalding parece estar viviendo un sueño,
y tal vez sea así. En todo caso, de momento se lo merece.