Comentario: Bogui Jazz cumple
dos años, y para celebrarlo ha organizado el Festival
Berklee's Corner, cediendo su escenario a figuras de la escena
norteamericana con presencia en la famosa Berklee School of
Music de Boston, como The Fringe (con George Garzone), JoAnne
Brackeen o High Groovin'. En esta ocasión, y para cerrar
el festival, el turno le tocó al pianista estonio Kristjan
Randalu, residente en Manhattan, al que ya pudimos ver en febrero
al mando de otra de sus formaciones, el cuarteto con chelo.
Para su presentación veraniega Randalu mostró
una versión ampliada de sí mismo, disfrutando
de más espacio en sus solos y erigiéndose en
melodista de la mayoría de las piezas, originales de
corte contemporáneo y arriesgadas versiones de standards
donde el uso de métricas inusuales fue territorio común.
De hecho el espectáculo arrancó con un 5/4,
preludio del sorprendente "All the Things You Are"
en el que Toño Miguel evidenció una gran capacidad
en los tempos rápidos. El zaragozano, de vuelta
a la escena madrileña tras su aventura neoyorquina,
demostró excelentes habilidades líricas y rítmicas,
precisión y buen sonido. Su compañero de sección,
el polaco Bodek Janke, se movía entre el swing
y los motivos étnicos, pasando por el drum'n'bass
y haciendo uso de todo tipo de enseres percusivos, incluída
la mbira (instrumento africano conocido como piano
de dedos, finger piano, o piano de pulgares, thumb
piano), con la que dobló a un Randalu que pellizcaba
las cuerdas de su piano mientras presionaba las teclas correspondientes.
Recursos, que no artificios. Cadencias armónicas embriagadoras,
hipnóticos riffs de piano y sorprendente claridad
en complejos entornos rítmicos avalaron el buen trabajo
del trío. Para finalizar el primer pase, el "Folk
Song" de Bodek Janke alternando métrica de 11/4
con un patrón latino para los solos.
Diez minutos de descanso y vuelta al trabajo con otro standard
deconstruido, "I Hear a Rhapsody", dando paso
a un 7/4 también obra de Janke en cuya introducción
el batería cantaba y tocaba la flauta a la vez. Una
introducción casi libre, con elevados niveles de energía
sobre las tablas, obtuvo el merecido premio del público:
entregados y sinceros aplausos. La balada "Equilibrium"
y la espectacular versión de "If I Were a Bell"
cerraron el concierto de un grupo que, si se hace justicia,
a buen seguro aparecerá en no mucho tiempo en carteles
de festivales internacionales.
En tiempos en que se abusa del lenguaje común del
jazz para montar rápidamente combos sin apenas ensayo
previo, da gusto disfrutar de una banda por cuyos poros emana
el fruto del trabajo. Buen entendimiento, perfecto ensamblaje,
definición de un escenario privilegiado para la improvisación
y expresión en estado puro: cualidades más que
sobradas para convencer al público más exigente.
Y encima el Bogui ("El Club de Jazz de Madrid",
como lo llama Juan Claudio Cifuentes "Cifu") prosigue
su exitosa andadura, todo un lujo en la Villa y Corte (más
si cabe comparando su programación con la del resto
de clubes madrileños, y especialmente con la de los
eventos veraniegos promocionados por el Ayuntamiento). Como
gritó un emocionado espectador en mitad del concierto
de Randalu: "¡Esto es la hostia!".