Comentario:
Inmersos en la búsqueda de jóvenes talentos en el mercado neoyorquino, entregados a la escucha de todo el material que llega de Escandinavia, dispuestos a analizar con detalle cualquier atisbo de fusión entre el jazz y las músicas étnicas para localizar a los artistas que están marcando los caminos de vanguardia, muchas veces nos olvidamos de lo que se puede encontrar a la vuelta de la esquina. En este caso la esquina que forman las madrileñas calles de Barquillo y Piamonte, casa del Bogui Jazz y, en este miércoles de septiembre, hogar de una de las bandas más gratamente sorprendentes que se puede encontrar por estas latitudes: el quinteto de Baldo Martínez.
Que Baldo es un músico de concepto ya lo sabemos. Que sus grupos suenan con insultante soltura gracias a años y años de trabajo en común es toda una realidad. Pero aun así, cada oportunidad de escucharle en directo es un nuevo reto a la imaginación. En este caso el reto se ampliaba gracias a la presencia, por vez primera, de Marcelo Peralta. El saxofonista argentino afrontaba la difícil tarea de sustituir al violinista Eduardo Ortega, una ardua labor por lo que la presencia de Ortega suponía a nivel de timbre, lenguaje y cohesión con el resto del grupo. No pudo ser mejor. Peralta se integró en la banda desde la primera nota, encontrando un hueco a sus improvisaciones desgarradas a la David Murray, que contrastaban con la sosegada exploración de su compañero de sección David Herrington. A veces combinaba con el trompetista inglés su sonido agudo de saxo soprano, con el que nos regaló una bella introducción de corte ECM en "Octubre, Otoño en Galicia". Herrington, lírico como siempre, utilizó la sordina en algunas ocasiones en busca de distintas conjunciones tímbricas, abordando un solo especialmente inspirado en una nueva balada presentada en el segundo pase del concierto.
En cuanto a la sección rítmica, cada día hacen más fácil una música de apariencia compleja e inusual. Pedro López, discreto como nadie, sujeta el marco para que Baldo Martínez dibuje los contornos del paisaje y Antonio Bravo aporte el color. Este último, brillante en sus improvisaciones, se apoyaba en su pedal de volumen, mientras el líder utilizaba técnica de slap o percutía el puente de su contrabajo. Las métricas complejas, las partes escritas o el contexto rítmico preestablecido no eran impedimento para que el discurso de los músicos caminara suelto y libre. "Galería de recuerdos", "Desde los Godos", la mencionada "Octubre", "Azul de madrugada", "O conxuro", "Camino de Bretún", "El mundo de los papalagi", "Historia de una melodía" y la nueva balada conformaron un repertorio variado donde expresarse de forma colectiva e individual.
Abstracción sin feísmo, fusiones respetuosas y definición artística. A veces no hace falta ir muy lejos para encontrar jazz contemporáneo, sin prejuicios, donde el concepto de ensayo se aleja de los experimentos con gaseosa y conforma un universo artístico de pleno interés. Y el próximo 23 de noviembre, otra oportunidad de disfrutar de Baldo en una versión más extrema con Tri-ez (con Agustí Fernández y Ramón López), en el San Juan Evangelista. Casi nada.