Comentario:
Mediado el concierto un espectador gritó entre aplausos: “¡El swing y el duende pueden hacer un maridaje perfecto!”. Hombre, pues no fue para tanto, pero estuvo muy, muy bien, y gustó muchísimo. Miedo daba a priori semejante propuesta flamenco-jazzística tras los sonoros fiascos de Juan Manuel Cañizares-Enrico Rava-Miroslav Vitous o Gerardo Núñez-Biréli Lagrène-Luis Salinas, pero en este caso, y a pesar de innumerables errores de ejecución, el espectáculo salió bien parado.
Impresionante, la figura de Dave Holland. Sus dos primeras intervenciones a contrabajo solo dejaron claro por qué es una de las figuras más relevantes del jazz actual. En la primera recorrió arpegios, rápidas secuencias de tríadas, exploraciones modales y dibujos melódicos sobre simples sugerencias armónicas. En la segunda, frenética y de corte funk, fue capaz de cubrir la función de varios instrumentos. Después, y ante la presencia de Pepe Habichuela sobre las tablas, el inglés se calzó las gafas de leer y se colocó tras el atril donde descansaban sus manuscritos. El taranto a dúo no acabó de funcionar. Holland hacía las veces de cantaor, pero aún se encontraba algo nervioso, y la distancia entre ambos músicos en lo relativo a lenguaje musical se hizo más que evidente. La cosa se sostenía a ratos, cuando Habichuela daba la entrada y guardaba silencio mientras Holland atacaba sus frases solistas, pero fracasaban al intentar interaccionar en tiempo real, evidenciando distintas intenciones en sus respectivos fraseos. Curioso e interesante, pero lejos de ser redondo.
Tras dos números de Pepe Habichuela sin acompañamiento, el guitarrista descansó y dio paso al resto de la banda. Josemi Carmona aportó un sonido más brillante y un concepto musical más asequible que el del guitarrista titular. El de Ketama sirvió de enlace entre el jazz de Holland y el flamenco clásico de Habichuela, entendiéndose bien con ambos y facilitando el trabajo al inglés en una pieza de corte rumbero que, si bien no revestía excesiva dificultad armónica, sonó bien ensamblada (y Holland no leyó). Después se reincorporó Pepe Habichuela hasta el final del concierto y todo caminó con soltura, a pesar de las continuas imprecisiones de un Dave Holland que comenzó con extrema timidez y humildad para acabar confiado y disfrutando de lo lindo. Su introducción a la siguiente seguiriya arrancó olés del público. Su indecisión en ciertos momentos se vio arropada por el trabajo de Bandolero y Juan Carmona a la percusión, siempre intentando mantener un tempo constante que facilitara la papeleta al contrabajista. Aun así Holland dio una falsa entrada en un fandango a medio tiempo de la que pudo resarcirse con un espléndido solo. En general se mostró brillante en sus improvisaciones (con un inteligente uso de escalas muy adecuado para el contexto flamenco), no tanto como en sus acompañamientos. Se movió con soltura sobre el 4/4 de los “Tangos del cerro”, a pesar de algún leve problema con notas anticipadas, e incluso desorientó en algún momento a Pepe Habichuela (que no a Josemi Carmona) en la bulería final como consecuencia de sus figuraciones rítmicas. En dicha bulería, momento álgido de la noche, Holland cerró su solo con la cadencia armónica descendente formada por los tres primeros grados de la tonalidad flamenca, los mismos que utilizara Chick Corea para su composición “La fiesta”.
La noche estuvo lejos de la perfección, pero mereció la pena. En el bis, “Yerbagüena”, hubo solos para todos. Jam session o fin de fiesta, según se mire. Más bien lo segundo, a pesar de los insistentes aplausos de un público que se lo pasó de miedo y quiso un poco más.