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Foto: Arturo Mora Rioja
Y van cinco. El Festival de Jazz de Peñíscola se sigue manteniendo como uno de los más interesantes de la Península, y este año ha optado por una programación ecléctica siempre dentro del amplio paraguas del jazz. Si Ivan Lins y Nnenna Freelon se encargaron de abrir el evento con guiños a Brasil, Kevin Mahogany y compañía mirarán al pasado en sus Kansas City Memories y Diana Krall dará carpetazo al certamen con su cool jazz vocal, en esta ocasión el turno era para los sonidos contemporáneos de la mano del jazz fusión de Metro.
Foto: Arturo Mora Rioja
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Foto: Toni Porcar |
Vayamos por partes. Además de los conciertos de los viernes en el Palau de la Música, el festival está contando con un seminario, un pasacalles y un ciclo paralelo llamado “Jazz de Mitjanit” (jazz de medianoche), con conciertos gratuitos todos los jueves al aire libre. En esta ocasión el turno era del cuarteto del tenorista Eric Alexander, que aprovechó el enclave privilegiado de la Plaza de Santa María, dentro de la muralla de la ciudad, para ofrecer un recital dinámico, alegre y pletórico de swing. Bien secundado por una solvente sección rítmica (a destacar la elegancia del pianista Fabio Miano), el de Illinois abordó la interpretación de standards como “Corcovado”, “Cherokee” o “The Night Has A Thousand Eyes” con decisión y lenguaje. Especialmente reseñable fue la variedad de recursos del grupo, que huyó de la monotonía con dúos entre saxo y batería, el contrabajo caminando en blancas sobre ritmos a negras, introducciones de percusión o largas codas de saxo tenor sin acompañamiento. Bonito entorno, buena música y además gratis. ¿Quién da más?
Foto: Arturo Mora Rioja
Al día siguiente el Palau recibía la descarga de Metro en su “edición especial” (Special Edition), más fusionera que nunca, con Dave Weckl sustituyendo al ausente Wolfgang Haffner y ampliada con los vientos de Randy Brecker y Eric Marienthal. Más de uno podría temer que se tratara de una reunión de all-stars improvisada. Nada más lejos de la realidad. Brecker y Marienthal se integraron en el cuarteto como si siempre hubieran estado allí, los arreglos originales ganaron enteros con los nuevos timbres y Weckl se mostró más comedido de lo que suele sin perder un ápice de su presencia en el escenario.
Foto: Toni Porcar
| Foto: Toni Porcar |
“Metrocafé” (del disco homónimo) se encargó de romper el hielo. Los músicos se acercaron poco a poco al groove, le fueron dando forma y explotaron en la melodía. Una manera inteligente de abrir un concierto. Saxofonista y trompetista demostraron que en este estilo se mueven como pez en el agua (en el caso de Randy Brecker, fue uno de los pioneros). Sobre el 3/4 de “Rio Frio” (del último trabajo de la banda, Express) Chuck Loeb abordó un solo bien dirigido, con intención y objetivo claro. El público se lo agradeció con un sentido aplauso y él devolvió una sonrisa. El co-líder Mitchel Forman no paraba quieto, levantándose continuamente de su asiento, dando instrucciones a los músicos y cuidando los samplers que disparaba el ordenador portátil situado a su izquierda. Loeb y Forman, cada uno a un lado del escenario, dirigían y coordinaban la banda con total implicación y un marcado respeto a sus compañeros que, en el caso de Randy Brecker, llegaba a veneración. Con la inclusión de los vientos la música de Metro exploraba otros caminos sonoros previamente transitados por bandas como Weather Report o Yellowjackets.
Foto: Toni Porcar
Una de las sorpresas de la noche fue la inclusión de un original del bajista Gerald Veasley con todo lo que un buen tema de fusión debe tener: groove, desplazamientos rítmicos en la melodía y mucha energía. Marienthal hacía gala de un sonido privilegiado, y a Brecker parecía que no le costaba esfuerzo obtener música de su trompeta, especialmente interesante cuando utilizaba el efecto wah-wah. Dave Weckl, espectacular como siempre, daba un clinic en cada solo, con impresionante rapidez, precisión y pegada.
Foto: Toni Porcar
“The Standard (For MB)” constituyó un sentido momento, al ser la dedicatoria a Michael Brecker, hermano de Randy, tristemente fallecido el año pasado. Cambio de contexto con la divertida “Dirty Dogs”, original del trompetista, con apariencia de blues e interpretada en shuffle (buena elección la del sonido a órgano por parte de Forman). El grupo creaba un clima distinto para cada improvisador, evitando de ese modo caer en la monotonía de la interminable secuencia de solistas. Loeb dedicó “Field Of Diamonds” a sus amigos de Benicassim, donde tiene una casa. El guitarrista raya la perfección. Su técnica de púa es envidiable, prácticamente no falla una nota.
Foto: Toni Porcar
El blues menor “Big Bang Boom” (de Tree People) aportó un espectacular solo de Eric Marienthal con el único acompañamiento de la batería de Dave Weckl. Los dos ex-Chick Corea Elektric Band hicieron gala de un enorme entendimiento rítmico. Un unísono imposible de todos los músicos quiso poner el punto final, pero no fue así. Hasta dos bises se vieron obligados a interpretar ante la insistencia de un respetable que disfrutó de lo lindo. “Lolo Shuffle” y el “The Sun Was In My Eyes” de Marienthal (con duelo entre saxo y trompeta incluído) pusieron la guinda a un concierto memorable de una banda empeñada en demostrar que, aunque el jazz fusión se quiso enterrar hace tiempo, está más vivo que nunca y ha sobrevivido a las modas hasta el punto de integrarse en el tronco de la historia del jazz.