Comentario: Rollins es Rollins. Y punto.
Dicho de otra forma, si Sonny Rollins subiese a un escenario, saludase, soplase un “do” en su saxo tenor y se fuese, ya estaría bien.
Habiendo dejado esto claro, el que uno de los jazzmen mas importantes de la historia nos dé una gran velada de saxo tenor es un lujo. Otra cosa es que Rollins es Rollins, y su banda es… su banda.
Pero no hablemos de la banda. No hablemos de un conjunto plomazo, de un Clifton Anderson interesante pero rutinario, de un Bob Cranshaw cumplidor (aunque no tenga nada que demostrar a estas alturas), de un Bobby Broom aburrido hasta la extenuación o de una rítmica de la que ni me acuerdo, ni quiero acordarme. Hablemos de Sonny Rollins.
El coloso abrió el primer set con un “They Say It’s Wonderful” en el que, ni corto ni perezoso, se permitió tocar gran parte de su solo acompañado únicamente por bajo y batería. A pesar de todo, ese momento nos transportó a la época en que Rollins lideraba el trío más fantástico del planeta. Después, un “In A Sentimental Mood” en el que el maestro se puso coltraneano durante su solo (como guiñándole un ojo al viejo John), y que nos dejó anonadados con la calidez de su tono. Con su avanzada edad, Rollins cerró más que solventemente el tema con una de sus famosas codas en solitario.
El glorioso sonido y la fuerza del coloso empezaron a verse mellados en el tercer tema, el original en 3/4 “Someday I’ll Find You”, que se vio arrastrado por el plomizo ambiente del conjunto y el interminable y pesado solo de Bobby Broom. Aquí acabó el primer set, y la cosa parecía haberse desinflado. Rollins seguía siendo Rollins, pero la edad es mala compañera en conciertos de más de dos horas.
El segundo set comenzó con un calipso de los que tanto gustan al maestro, muy parecido al que, creciendo coro a coro, le brindó una gran ovación en su actuación en el festival de 2006. El concierto avanzaba y aunque todo estaba bien, no acababa de arrancar. Entonces, un “My One And Only Love” apoteósico, nos trajo al coloso de vuelta. Con un sonido grueso y un profundo vibrato, volvimos a quedar cautivados ante el gran Rollins, que parecía más atemporal que nunca. De nuevo, una titánica coda que pasó por todo, desde el bop a Ayler, citando en el camino “La Marsellesa”, el célebre “Blue Moon” e incluso un famoso espiritual que, según afirmó Rollins a mitad de la coda y entre risas, empezó por error.
La cosa ya estaba ardiendo y “Sonny, Please” nos remató, con el saxofonista emitiendo cadencias de largas notas sostenidas y tocando fragmentos con respiración circular. En una palabra: impresionante. Rollins dándolo todo, y lo que es mejor, dándonoslo a nosotros, al público que se mantenía fascinado frente a él.
El concierto acabó ahí, con el listón lo más alto posible, y el escueto bis (un sencillo blues de doce compases) fue solo la guinda del pastel. La magia estaba creada y el recuerdo ya era imborrable. Un recuerdo poblado únicamente por el maestro, el grande entre grandes.
En 2006 vimos un buen concierto de un gran saxofonista, en el que su banda estuvo competente y adecuada. En 2008 vimos a un Sonny Rollins pletórico y apabullante en una actuación inolvidable. El resto, no tiene demasiada importancia.
© 2008 Yahvé M. de la Cavada