El cuarto de los conciertos del vigente Festival de Jazz San Juan Evangelista se centró en el mundo de las disonancias, las atonalidades y la libre improvisación; es decir, el mundo de Barry Guy y su New Orchestra, una formación de excelentes músicos provinientes de diversos países europeos (a excepción del estadounidense Herb Robertson). Presentando “Oort-Entropy” una única pieza en tres partes interpretada sin interrupciones, el grupo desplegó un sinfín de recursos técnicos puestos al servicio de las partituras y de la imaginación, en una combinación de encendida fiereza y delicado lirismo. La belleza es relativa.
El clarinetista bajo Per “Texas” Johanssen acaparó el protagonismo en los primeros compases del concierto (si es que la música se estructuraba en compases). El tubista Per Ake Holmlander hacía las funciones de bajo cuando Guy dirigía al grupo. Si el líder tocaba el contrabajo, bailaba con él en un curioso escorzo, arrancándole sonidos con su mano izquierda mientras la derecha indicaba a sus compañeros las entradas, duraciones e intensidades. Sutil, a veces inapreciable, como un buen árbitro, el vitoreado Agustí Fernández pintaba un telón de fondo con arpegios imposibles. Su visión arquitectónica fue básica para que el grupo consiguiera su objetivo.
La aparición de partes más melódicas a cargo de los vientos llegaba a sorprender, hasta el punto de parecer irreverentes en un contexto musical tan libre y poco convencional. Un momento sublime llegó en forma de interludio a dúo entre Fernández y Guy, ayudado por un pedal de volumen que escondía el ataque de las notas ejecutadas con vibrato, dotando a su contrabajo de un curioso sabor a bajo fretless, pero con la profundidad de sonido de un instrumento sinfónico. Otro dúo, en este caso con Evan Parker, mostró a un Barry Guy frenético con el arco, utilizado de forma percusiva.
Herb Robertson
La ausencia de un beat claro hacía la música difícil de asimilar por el público, pero no era obstáculo para la comprensión de la misma por parte de los artistas, precisos en unísonos, obligados y abstractos contrapuntos. Esa ausencia de referencia temporal otorgaba crucial importancia a las indicaciones del director.
Per Ake Holmlander
Los instrumentos graves exploraban su registro más agudo, algo patente en un encendido solo de Mats Gustafsson al saxo barítono. El sueco protagonizó un momento de especial intensidad al fluteophone, una especie de flauta travesera con embocadura de saxo soprano. Gustafsson comenzó dando bocados y usando su lengua para extraer sonoridades del instrumento. Poco a poco se adentró en una histriónica improvisación a la que se unió Barry Guy percutiendo las cuerdas de su contrabajo con dos trozos de madera en los que había realizado incisiones (uno de ellos era un arco sin cerdas).
Per “Texas” Johanssen - Mats Gustafsson
Fernández helaba la sangre a piano solo, y Evan Parker se vio arropado por el estruendoso acompañamiento de toda la banda en su solo de saxo tenor (que acabó al soprano). El ruido más agresivo encontraba su contraste en pasajes cargados de emoción, de intriga, de tensión sin resolver. Otra forma de ver la música. Otra forma de ver el arte. No hubo mucho público, pero disfrutó de lo lindo. Fue intenso, fue divertido y hasta se hizo corto. Así da gusto.