Comentario: Tantas veces ha visto uno en directo a ese animal del contrabajo llamado Dave Holland, tantas veces ha disfrutado de su quinteto, uno de los grupos de más larga trayectoria en el jazz actual, tantas veces uno se ha emborrachado del ambiente jazzero de ese templo llamado San Juan Evangelista (el Johnny), que cada día es más difícil escribir algo al respecto. En este caso las cotas artísticas de anteriores visitas parecían imbatibles. El Johnny a rebosar, no cabía un alfiler, ovación de gala al grupo nada más salir, Holland presentando a los músicos micrófono en mano, encendidas sucesiones de aplausos, un aclamado guiño político en la camiseta de Robin Eubanks (“Obama ‘08”). No parecía, a priori, que tan altas expectativas pudieran ser colmadas. Pero se superaron, y con creces.
El quinteto de Dave Holland es una banda que piensa con un solo cerebro. Así se definen ellos mismos, y así lo demuestran en sus directos. Piensan, sienten e interpretan música en la misma dirección, con la misma intensidad y con un entendimiento sobrehumano. Once años les avalan y, en contra de lo que se pudiera pensar, la frescura es una de sus grandes armas. Las sonrisas fueron habituales y continuas durante todo el espectáculo (el excelente público del Johnny tuvo bastante que ver) y los músicos disfrutaron de lo lindo.
Dos nuevas composiciones basadas en complejas amalgamas rítmicas abrieron la velada. “Step To It” sirvió para presentar a los miembros del grupo, con una sección marca de la casa donde Robin Eubanks y Chris Potter entrecruzaron líneas melódicas con enorme capacidad de inventiva. Del saxofonista fue el primer solo de la noche. Potter es un superdotado del saxo tenor y de la música improvisada en general. Heredero natural de Michael Brecker, su fraseo tenía sentido e intención, sin notas caprichosas y con un gran concepto lírico, algo especialmente difícil de proponer sobre contextos rítmicos tan complejos. Tras él, Holland y Nate Smith hacían diabluras, generando incertidumbre y encontrándose milagrosamente en los lugares más inesperados. El joven batería ha evolucionado notablemente en los últimos años, y anoche recibió su premio en forma de aplausos. Más discreto, pero fundamental en lo que al sonido del quinteto se refiere, Steve Nelson alternaba entre vibráfono y marimba, aportando sutiles toques armónicos y envolviendo el discurso solista de sus compañeros con sus peculiares colores tímbricos. “Souls Harbor”, pieza lenta a cargo de Chris Potter colmada de acentos rítmicos en lugares imprevistos, aportó oscuridad, obsesión y un afilado concepto de belleza. En dicho tema se presentó un arma común al resto del concierto: las “pequeñas sociedades”, que diría Jorge Valdano. Dúos y tríos en mitad de largos temas que lejos de constituir un reto para los ejecutantes, les permitían expresarse con libertad aprovechando lo peculiar del contexto. El primer dúo correspondió a Holland y Potter (que alguna vez han dado conciertos completos en esta formación). Hablaban, se expresaban, sentían. En un momento dado el contrabajista caminó en un swing vertiginoso y su compañero abordó una veloz y contagiosa improvisación al alcance de muy pocos.
“Juggler’s Parade” (con Potter al saxo soprano) fue testigo de hasta tres dúos distintos: los formados por Steve Nelson y Nate Smith en la introducción, Robin Eubanks y Dave Holland en el primer solo del tema, a cargo del inspirado trombonista, y Holland y Smith al final. Para que el batería pudiera improvisar a bajo volumen con sus manos, Eubanks y, posteriormente, Potter, le hicieron un background sin micrófono y desde el fondo del escenario. Por recursos que no quede. El líder dejó anonadado al público en su acompañamiento firme y original y en unos solos tan espectaculares como melódicos. La idea de leyenda viva se queda corta cuando nos referimos al inglés, que se mostró bastante travieso en su improvisación en “Secret Garden”, precedida por otra de Chris Potter, la más aplaudida de la noche, donde su dominio de fraseos líricos fue insultante. Smith no dejaba de adivinar continuamente las intenciones de sus compañeros, subrayando cualquier motivo. El “Metamorphos” de Robin Eubanks cerró la noche con otra intervención increíble de Potter, caminando en swing a ratos y citando el “Bemsha Swing” de Thelonious Monk. Un corto “Easy Did It”, dedicado a la ciudad de Nueva Orleans, puso el broche de oro en forma de bis, envuelto en los encendidos aplausos de un público devoto que disfrutó de lo lindo.
Muchas veces ha venido ya Dave Holland al Club de Música y Jazz San Juan Evangelista, y no parece que esta vaya a ser la última. Es un lujo encontrar un local de música en directo con una programación tan compacta y bien diseñada, y con tanta comunión entre público y artistas. En este caso el sobrenombre del festival (“El jazz de hoy desde el contrabajo entre EEUU y Europa”) vino al pelo. Y durante este recién estrenado mes de noviembre aún podremos disfrutar de otros seis conciertos. Eso sí, si al Ayuntamiento de Madrid no le da por cerrar el club, que parece ser la moda. Tocaremos madera.