Comentario: Vivimos tiempos de crisis. Todo un toque de atención para los que, obsesionados con su nivel económico, perdieron el norte de la calidad de vida. Y es que los criterios cuantitativos llevan tiempo imponiéndose a los cualitativos en este occidente de decadencia capitalista. Esa perspectiva, junto a un plausible desconocimiento de la realidad, explica vagamente el cierre de Bogui Jazz, emblemática sala de música en directo que llevaba tres años dando a Madrid un estatus cultural que, visto lo visto, no merece. Y es aquí donde se confrontan cantidad y calidad, y donde los aficionados al jazz pagamos el pato por ser minoría. En ninguna cabeza cabe que el Ayuntamiento de Madrid cerrase el Museo del Prado o el Reina Sofía por problemas administrativos, de licencias, adecuación a normativas, etc. sin abogar por una solución moderada, dialogada, racional y pragmática basada en los lazos de confianza que el consistorio de una de las grandes capitales europeas debería establecer con sus adalides culturales. Bogui es el Prado del jazz, el Louvre de la música, la National Gallery de la cultura (y usamos deliberadamente el tiempo presente, porque nos negamos a creer que el local siga precintado). Pero nuestro Ayuntamiento, el del incremento descontrolado de impuestos y las interminables obras de la M-30 (¿habrá alguna relación?) no lo valora, o bien hace gala de un desconocimiento manifiesto. Y los del jazz somos minoría, pero no tanto.
Mientras tanto Bogui sigue luchando y rescatando parte de su programación de noviembre en el exilio, en este caso de Le Swing, curioso local situado junto a la plaza de Tirso de Molina. Daba gusto ver trabajar de nuevo a Dick Angstadt y su equipo, aunque fuera de contexto. El invitado era el guitarrista de Brooklyn Jonathan Kreisberg, que dejó un excelente sabor de boca en sus actuaciones del pasado año en la sala Populart (junto al organista Gary Versace y el batería Mark Ferber) y volvía con su otro trío, el que sustituye el órgano por el contrabajo de Johannes Weidenmueller. Kreisberg es un superdotado técnico, además de un improvisador de verso fluido con gran dominio del lenguaje jazzístico. Como era de esperar, en Le Swing se dieron cita multitud de guitarristas deseosos de admirar las evoluciones de la Gibson 175 del norteamericano.
Y el menú contó con un siempre sabroso condimento: el uso de métricas poco habituales. A los ya conocidos “Summertime” en 5/4 y “Stella By Starlight” en 7/4, Kreisberg añadió una nueva composición en el increíble tiempo de 21/8 (“si quieres bailar, buena suerte”, dijo el guitarrista en un castellano casi aceptable). Combinando rostros de esfuerzo y disfrute, asumió el reto en una improvisación matemática. Mark Ferber fue más allá, incluyendo polirritmias en su solo. El batería estuvo siempre atento, reaccionando a cualquier acción de sus compañeros y sacando el máximo partido a su kit básico de batería.
Weidenmueller solucionaba su papel con solvencia mientras sus compañeros funcionaban casi de forma telepática en diálogos donde variaban sobre la marcha el número de compases a intercambiar. El líder se gustaba, dejando boquiabierto a un público que no cesó de aplaudir cada una de sus intervenciones. “Spring Is Here”, los originales “Microcosm For Two” y “Five Bucks A Bungalow” y alguno nuevo acabaron de dar forma a un concierto que confirmó lo esperado, y eso ya era mucho decir.
Mientras tanto todos seguimos esperando una solución al conflicto. Una pequeña dosis de sentido común sería suficiente. ¿Se echaría el cierre al Teatro Real? ¿Dejaría de ver la luz la Biblioteca Nacional? ¿Clausuraría el Ayuntamiento de Madrid el estadio Santiago Bernabéu? Sólo el cinismo avalaría un sí. ¿Cantidad o calidad? ¿Legislación o incultura? Como decía Alfredo Laín, de Radio 3, en la web de recogida de firmas contra el cierre del Bogui (
http://www.jazzinmadrid.com/yosoybogui/index.html), “Es el jazz, idiota, ¿es que no te das cuenta?”.