Comentario: Siempre da gusto disfrutar del buen hacer de un cantante como Kurt Elling, así como del fruto de una de las colaboraciones más largas e intensas de la escena actual: la que el cantante de Chicago mantiene con su pianista y director musical Laurence Hobgood. No obstante la indiscutible calidad de la banda no está reñida con la obligada crítica a la programación del vigente Festival de Jazz de Madrid, ya en su vigesimoquinta edición. Y esa crítica tiene que ver con la escasa originalidad de las propuestas, no por su contenido artístico, sino por el hecho de que la inmensa mayoría de músicos en nómina del Fernán Gómez (antiguo Centro Cultural de la Villa) y del Teatro Real han pisado escenarios de la capital o alrededores en los últimos dos años. Varios son habituales por estas latitudes (Barry Harris, los Valdés); otros ya actuaron en la edición del año pasado (Lee Konitz, Antonio Serrano, Stefano Bollani, Richard Galliano, Dianne Reeves, Perico Sambeat, Chris Potter); algunos, incluso, han aparecido este mismo verano en el marco del festival Complujazz (Hiromi, Avishai Cohen).
En este caso el encargado de repetir visita (ya estuvo en el Complujazz, pero en el de 2007) era Kurt Elling, uno de los vocalistas más inspirados del momento. Trajeado, como sus músicos, el estadounidense afrontaba un espectáculo subtitulado “Sings Johnny Hartman & John Coltrane” que le llevó por un repertorio de standards típico de crooner en el que Elling se desenvuelve como pez en el agua, si bien le alejó de su faceta de cantante de vocalese (estilo consistente en cantar solos instrumentales con letra) que tantos éxitos le ha proporcionado. La sección rítmica presentaba caras nuevas, con los jóvenes Clark Sommers y Ulysses Owens, Jr. sustituyendo a los habituales Rob Amster y Willie Jones III. Ambos demostraron buena técnica, desparpajo y capacidad lectora, si bien el batería acaparó más aplausos en sus improvisaciones rápidas, musicales y a bajo volumen, adaptadas al tono general de la música. La comunión de Elling con el estiloso pianista Laurence Hobgood fue, como siempre, perfecta.
Entre los momentos álgidos de la noche se encontró la recreación de “Man In the Air”, en una versión más extensa de la grabada en el disco homónimo, y un espectacular homenaje a Michael Brecker: “Tumbleweed”, tema fusionero del disco póstumo del saxofonista, Pilgrimage, que el grupo condujo con groove y el cantante interpretó con frescura y descaro. Kurt Elling es capaz de emocionar y de encender, poner la piel de gallina en los pasajes más líricos y provocar en el público un frenético movimiento de pies. Exquisito en registros graves y agudos, su voz tiene intención y decisión, apenas ajusta la afinación de las notas sobre la marcha y su presencia escénica es envidiable. Así lo demostró en el bis, cantado a capella (al igual que el inicio del concierto) y sin micrófono, a pulmón abierto. Hubiera gustado un segundo bis, sin duda. Y aunque siempre es una delicia disfrutar de su arte, esperemos que el año que viene el cartel del festival se renueve un poco. Madrid se lo merece. O no.