Comentario:
El título del concierto de presentación no ha podido ser más acertado para la Big Band de Canarias, y es que todos los buenos aficionados debemos congratularnos de que el Johnny, cual ave fénix, continúe en pie y sea capaz de darnos tantas buenas noches como nos ha dado y nos dará, incluida la de ayer.
En cuanto a la actuación, comenzó con un ligero retraso con respecto a la hora fijada y ya desde los primeros compases quedó claro por dónde iban a discurrir los derroteros musicales de este concierto de presentación.
La orquesta dirigida desde un segundo plano por el prestigioso Dick Oatts (saxofonista desde el primer plano), rebosó e inundó de swing al Johnny con un repertorio elegido con precisión, originalidad y un gusto por lo novedoso que esquivó lo estereotipado buscando composiciones no tan conocidas pero que cumplieron a la perfección con las características propias de su director y sus músicos.
El tema que abrió los oídos de todos los presentes fue “Count Bubba’s Revenge”, que sorprendió por unos arreglos de la sección de metales con los relevos en cascada en los que los trombones sustituyeron a los saxos y aquellos a las trompetas, produciendo alegría al sistema neuronal y movimiento en los pies de todos los asistentes. Explosión de notas de una big band sin duda bien trabajada, bien ensamblada y que funciona de memoria a pesar de su corta vida.
A lo largo del concierto hubo guiños al funk con títulos como “Gumbo G” de Dick Oatts y arreglos de Michael Abene o al folk canario como en “Tango del Hierro” y “Arrorró”, que contó con hermosos solos de Dick Oatts y Kike Perdomo al saxo soprano, a los que el resto de la orquesta respondió con sorprendentes cambios de ritmo tan fluidos como naturales, arrancando aplausos rompedores que enrojecieron las manos.
Creo recordar que fue en las composiciones “Art Of The Big Band” y “Leap Of Faith”, la primera de Bob Mintzer y la segunda de Dick Oatts, donde pudimos ver lucirse al guitarrista Yul Ballesteros con sendos solos finos, sobrios y bien conducidos que demostraron que su presencia no era testimonial, contradiciendo a aquellos que piensan que los guitarristas de big band se limitan a acompañar de manera casi imperceptible.
El poso con el que uno se queda después de todo es de satisfacción y en cierto sentido de sorpresa, por encontrar la frescura que quizás no se esperaba, por la calidad individual y colectiva y en definitiva por la creatividad que pusieron sobre las tablas demostrando que este concierto no era un bolo de segunda fila, y que en España también somos capaces de hacer cosas importantes para gran orquesta.