El Festival de Jazz de Ciudad Lineal continúa,
un año más, ofreciendo su ciclo de tres conciertos
de alto nivel. Nada que envidiar a su hermano mayor, el
Festival de Jazz de Madrid. Para abrir la presente edición,
todo un viaje al corazón del jazz, magistralmente
representado en sus corrientes centrales de la mano de Kenny
Barron.
Con quince minutos de retraso apareció el pianista
acompañado de su contrabajista habitual, Kiyoshi
Kitagana, y de Jonathan Blake, que sustituía en labores
percusivas al inicialmente anunciado Ben Riley. El repertorio
arrancó con el “Shuffle Boil” de Thelonious
Monk, interpretado también con aire monkiano
(no en vano Barron fue fundador del grupo Sphere, inspirado
inicialmente en la música del legendario creador).
Ya desde la primera nota el trío mostró sus
armas: puro jazz, llámesele clásico o straight
ahead, pero con ideas pianísticas muy modernas
y sin atrevimientos métricos ni formales, ni necesidad
de ellos. Lenguaje jazzístico formidablemente ejecutado
y sin una partitura sobre el escenario. El líder
susurró en la introducción y en la melodía
de su “New Samba”, donde la sección rítmica
llevó las dinámicas con delicadeza. No lo
sabemos con certeza, pero todo indica que Kikoshi Kitagana
tocó con un contrabajo que no era el suyo. El japonés
es un virtuoso, como ya demostró sobradamente en
anteriores actuaciones con este mismo grupo, pero en su
cita madrileña tuvo problemas de afinación,
que si bien eran inapreciables para un oído medio,
hicieron mucho daño a la interpretación de
Kitagana, visiblemente incómodo y girando continuamente
las clavijas de sus cuerdas. A pesar de ello, el instrumento
parece fácil de tocar en sus manos, gracias a su
técnica y a su postura elegante, y se lució
especialmente en su solo sobre el standard “My
Ideal”. Jonathan Blake, por su parte, ofreció
una actuación memorable. No solo swinga como nadie,
cumple su función y aporta ideas imaginativas; lo
más impresionante en él es su capacidad de
escucha. Es capaz de adivinar la próxima frase de
un compañero para ejecutarla al unísono con
él. Su conocimiento del medio le permite subrayar
cualquier idea musical con estilo y sobriedad, hasta el
punto de que parecía no tocar una sola nota que no
estuviera influida por Barron o Kitagana. Los coros que
intercambió con el pianista en el blues
“And Then Again” fueron de una calidad soberbia,
sin repetir una sola idea y manteniendo la tensión
en el oyente.
Kenny Barron tuvo su momento de lucimiento a piano solo
en un popurrí de baladas de Duke Ellington y Billy
Strayhorn. Líder absoluto, dominaba al trío
desde su banqueta, abordaba las melodías con elegancia
e improvisaba con muchísimo sentido, aprovechando
un amplio ramillete de ideas, prefiriendo guardar silencio
a abusar de escalas y clichés. Compartió protagonismo
con sus acompañantes en el refinado “Dialogues
In Blue” de John Stubblefield (un aparente blues
menor distribuido a lo largo de 48 compases) y en el caliente
“Softly, As In A Morning Sunrise”. El obligado
bis dejó al respetable un gran sabor de boca, y es
que no todos los días se tiene el gusto de ver en
directo a, perdón por tan sobada expresión,
una leyenda viva que, además, parece tener mucho
que decir aún.