Aun a costa de parecer reiterativos, hemos de reseñar nuevamente el buen criterio del San Juan Evangelista para conformar una programación de altura en esta edición de bajo presupuesto del ciclo Jazz es Primavera. Con drásticas mermas en apoyo institucional, el Johnny ha puesto sobre el tapete unas cartas con las que apostar alto sin necesidad de faroles, y la evolución del ciclo está confirmando las sensaciones apriorísticas. Póquer de ases.
El concierto del trío de Stefano Bollani, habitual por estos pagos, tuvo suspense debido a problemas con su vuelo. El retraso se olvidó pronto. Los tres músicos aparecieron en escena y empezaron a crear música de la nada. Apenas unos esbozos armónicos sobre el piano mutaron en un cluster obsesivo sobre el que Bollani avanzó, pincelada aquí pincelada allá, hacia la melodía de “Asuda”, escoltado por una sección rítmica que comenzó con sutileza para elevar las dinámicas hacia altas cotas expresivas. De postre, una cita de “The Way You Look Tonight”.
Jesper Bodilsen evidenció virtuosismo, conciso en sonido, preciso en unísonos con el piano (suerte en la que muchos contrabajistas presentan serios problemas de afinación) y melódico en sus solos, ejecutados casi exclusivamente en el registro agudo del instrumento. Morten Lund se mostró como un batería elegante, imaginativo, más afín a los toms que a los platillos, entregado al grupo y capaz de caminar con swing sin hacerlo evidente. En cuanto a Bollani, poco se puede contar que no se haya dicho ya de este romántico travieso, capaz de combinar arte y humor como nadie. El de Milán no se guardaba nada, afrontaba cada improvisación como si fuera la última de su vida. Lejos de emborronar su discurso, esa concepción solista le hizo elegir las notas con precisión, y contar su historia con autoridad y, sobre todo, sinceridad.
Abordando un repertorio que combinaba originales de Bollani y Bodilsen con vistazos a Brasil y a la tradición italiana, los tres jazzmen jugaban con la forma de los temas como prestidigitadores: ahora aparece, ahora no. Pero estar, siempre estaba. La estructura musical era responsabilidad de cada uno de ellos. Podían variar el tipo de groove, jugar con polirritmias, incluso guardar silencio, pero siempre con total control sobre lo que estaban interpretando. El conocimiento mutuo, el dominio sobre el repertorio y la capacidad de escucha hacía que el trío sonara con absoluta unidad.
Hacia el tercer tema fue apareciendo el humor, con Bollani cantando, dando palmas o enzarzándose en diálogos absurdos con Bodilsen mientras Lund caminaba por el escenario agitando pequeños instrumentos de percusión. El histrionismo fue a más tras las divertidas presentaciones. El pianista colocaba su micrófono orientado hacia cualquier enser que utilizara para crear música: la botella de agua, la silla del piano siendo arrastrada… Bollani tocaba arrodillado, torcido, sentado en el suelo, Lund usaba el atril como instrumento. Todo valía y la música no cesaba. El cierre del concierto vino de la mano de un memorable “There Will Never Be Another You”, que comenzó con la voz de Bollani imitando las inflexiones de un crooner, continuó en un fiero desarrollo en up-tempo con solos brillantes e inspirados y acabó metamorfoseando la improvisación de contrabajo y batería en un show teatral con los artistas simulando tocar a cámara lenta, ante la histérica risa de un público que no se lo podía creer. Genial.
Si tres músicos mediocres hubieran afrontado tamaño desarrollo humorístico, el espectador podría considerarse estafado. En el caso de Bollani y sus compañeros daneses se agradece y se disfruta el añadido de lujo a una música maravillosa. Un bis en balada para bajar las revoluciones y vuelta a casa, felices tras disfrutar de un espectáculo inolvidable, sonriendo, soñando despiertos y olvidándonos de las crisis. Gracias Stefano, gracias Johnny.