Brillante colofón con programa doble para un nuevo ciclo de "Jazz es Primavera" en el Johnny (dedicado en esta ocasión íntegramente a músicos europeos). Y las dos propuestas sumamente interesantes. La primera suponía la degustación de toda una leyenda del jazz italiano, y la segunda una gran oportunidad de disfrutar de un proyecto muy original puesto en marcha hace tres años por el batería Carlos González y que, por desgracia, no tiene muchas ocasiones de ser llevado a escena. En un nuevo ataque de lucidez, cosa extraña en estos tiempos que corren, la organización volvió a apuntarse un tanto con su actuación.
La presencia de un pianista como Enrico Pieranunzi es sinónimo de lirismo a raudales, toques pausados y acordes lentos. Las emociones a flor de piel, los silencios, las sutilezas recorrieron de principio a fin el concierto de este músico romano. Un viaje intimista que comenzó sobre la improvisación del standard “I Hear A Rhapsody”. Aunque en principio el concierto pudo parecer un tanto gélido, poco a poco fue proyectándose hacia momentos más cálidos. Pieranunzi es un músico afable y muy comunicativo, gran amante de lo hispano y así lo demostró en algunas fases de su actuación, basada en su mayoría en temas de “Wandering”, su última grabación hasta la fecha. Tal y como indica su traducción, un recorrido sin rumbo fijo donde tienen cabida los momentos improvisados con las aportaciones más estructuradas. Tan pronto una pieza se adentra por territorios melódicos perfectamente reconocibles como por otros más proclives a lo abstracto. En “Fermati a guardare il giorno” se puso de manifiesto que a Pieranunzi le gusta guardar las esencias de un pianismo clásico con aristas más desenfadadas. A lo largo de su interpretación, su tela de araña de ritmos y armonías se va tejiendo por momentos y consigue así dar coherencia a su pintura musical. Su devoción por la balada también se manifestó en forma de un tema dedicado a Pablo Neruda, “Rosa del Mare”, con un comienzo suave, muy lírico, que engarzó muy bien con momentos de mayor swing.
Después de un homenaje a Chick Corea con una pieza de orfebrería, llegó “For My True Love”, lleno de acordes plácidos y una suave digitación de la balada interpretada con mucha sutileza. De ahí a una gran improvisación percutiendo las teclas más graves del piano, llegó el punto final con un nueva mención al chileno Pablo Neruda, mediante una balada directa al corazón. Si hay algo que caracteriza a Pieranunzi es la elegancia y la maestría con que ha sabido llegar a las cotas más altas del jazz europeo. Tanto a piano solo como a trío, trabaja con un lenguaje propio y muy personal, en el que se percibe un compendio de influencias que ha moldeado su fino estilo y cuyo recorrido abarca desde Domenico Scarlatti hasta Bill Evans, pasando por Bud Powell. Un músico con mayúsculas que dejó grandes destellos de su amplio crisol musical.
La segunda parte del programa se reservó para el proyecto que Carlos González “Sir Charles” mantiene desde hace tres años. Basado en un repertorio integro de composiciones de músicos españoles, el proyecto “De Aquí” es una propuesta poco conocida, pero no por ello menos brillante dentro del panorama jazzístico nacional. Ante todo, se trata de una apuesta valiente por la música española. Si otros músicos de jazz europeos recurren habitualmente a los compositores de música clásica, la verdad es que se echaba en falta algo similar en el jazz español. El resultado no puede ser más convincente. Con unos espléndidos arreglos a cargo del maestro Pablo Múzquiz de la Orquesta Nacional de España, el grupo sabe sacarle el máximo partido a cada una de las piezas. Clásicos como Isaac Albéniz, Joaquín Turina, Federico Mompou o Enrique Granados y modernos como Tomás Marco tienen cabida en este viaje jazzístico por la música española. Los temas están muy bien adaptados y en cada uno de ellos los solistas pueden hacer sus aportaciones con plena creatividad y talento. A pesar de sus referencias, las piezas no están encorsetadas y la libertad creativa brilla en todo momento.
El concierto se estructuró en varias partes. Tanto en “Cataluña” de Albéniz, con la que se abrió el concierto, “Danza Fantástica” de Turina y “Asturias”, también de Albéniz, tanto Marcelo Peralta, al tenor, como David Herrington, a la trompeta, expusieron con sendos solos sus buenas credenciales. El primero consiguió momentos muy brillantes rayando en el free-jazz, y el segundo supo dar el tono adecuado a sus acompañamientos y solos. Los apoyos de la rítmica de “Sir Charles” y Richi Ferrer fueron perfectos para la creación de continuos juegos tanto a trío como a dúo. Carlos González puede sacar sonido de cualquier sitio y sus recursos con la batería crean sutiles equilibrios rítmicos. Sabe huir siempre de la contundencia y hacer entrañables los más aspectos más sutiles.
A continuación, a modo de suite, se sucedieron otras tres piezas fundidas, empezando por la balada “Impresiones íntimas” de Mompou, con una interpretación de bella factura a cargo de Marcelo Peralta al saxo alto; un homenaje de “Sir Charles” a Falla, donde el batería demostró que quien tuvo retuvo y sigue en muy buena forma y “Goyescas” de Granados, en el que la sección de vientos se permite ciertos matices atonales y una combinatoria de improvisaciones a cargo de los tres, hasta culminar en una nueva gran aportación de Marcelo Peralta al saxo alto.
Tras la tempestad llegó la calma con una balada sobre un tema compuesto por Tomás Marco. Una concesión a la modernidad interpretada con mucha delicadeza por todo el quinteto. Tranquilidad que dio paso a los ritmos más desenfrenados y destilados de un tema de Juan Crisóstomo Arriaga, “Los esclavos felices”, donde el trombón de Cheryl Walters adquirió al principio cierto protagonismo y el contrabajo de Richi Ferrer subrayó la interpretación. La incorporación del saxo y la trompeta dieron al tema un aire de marcha festiva, con Marcelo Peralta remarcando con un solo antológico. Richi Ferrer, siempre a punto a lo largo de toda la noche, pudo lucirse una vez más en esta fase del concierto. La actuación culminó con una nueva pieza de Federico Mompou, “Impresiones íntimas 2”, con un solo de Cheryl Walters impecable en una pieza de carácter más intimista.
El grupo logra de manera brillante trasladar la música española al jazz desde la apuesta arriesgada de la improvisación. Iniciativas como estas dan lustre al jazz nacional. Sólo hace falta que el proyecto tenga la debida continuidad y que a su repertorio se vayan incorporando nuevas composiciones. La idea no puede ser más acertada y así lo agradecieron los aficionados que se dieron cita en el concierto que puso punto y final al 18º ciclo de “Jazz es Primavera” en el San Juan Evangelista.