Había expectación ante la presencia pública en Madrid, por primera vez, del Tingvall Trio. La banda formada por el pianista sueco Martin Tingvall, el contrabajista cubano Omar Rodríguez Calvo y el batería alemán Jügen Spiegel presentó no hace mucho su tercer disco Vattensaga, erigiéndose en firme realidad y haciéndose acreedores a la etiqueta de dignos sucesores del trío de piano europeo más influyente de la historia del jazz, e.s.t.
La influencia de Esbjörn Svensson y compañía es más que notable en la música del Tingvall Trio, por mucho que el titular del grupo lo niegue. Así lo reconoció en sus palabras introductorias Luis Martín, director artístico del certamen, y así lo contamos hace unos meses en estas páginas (digitales pero páginas, al fin y al cabo). El directo del grupo evidencia un gran crecimiento con respecto a lo escuchado en CD. Por un lado se alejan de e.s.t. al encontrar su propia voz cooperativa, por otro no dejan de incorporar (consciente o inconscientemente) elementos de aquéllos. Las similitudes con e.s.t. son evidentes, como lo es la aplastante influencia de dicho terceto en el jazz surgido de Europa en la última década y que, quizás por ausencia de perspectiva histórica, aún no ha recibido el reconocimiento merecido.
Pero centrémonos en Martin, Omar y Jürgen. El compendio de estilos que es el jazz actual se dejó notar desde los primeros arpegios de piano, que bien podría haber escrito el mismísimo Claude Debussy. Capturada la atención del numeroso y apasionado público (la entrada era gratuita), los tres músicos desplegaron su amplio repertorio de técnica y pasión, estructura y libertad, jazz y rock, folclore y clasicismo. Eclécticos como pocos, ofrecieron una secuencia bien hilvanada de composiciones originales pertenecientes a sus tres discos, especialmente al último. Una lástima la terrible calidad de sonido, especialmente en lo referente al piano.
El contraste jugó un papel determinante en el discurso del grupo, combinando baladas líricas con piezas rápidas donde la improvisación jazzística caminaba sobre fondos rítmicos roqueros. Los temas cobraron vida propia en directo, siendo evidente la evolución de los arreglos en tiempo real. Tingvall y Rodríguez Calvo se miraban continuamente, intercambiaban funciones y decidían sobre la marcha a qué sección musical ir. Spiegel escuchaba constantemente, reaccionando en tiempo récord a los reclamos de sus compañeros. Especialmente notable fue la recibida popular a “Hajskraj” y “Valsang”. En el primero el arco del contrabajo representaba el ataque de un tiburón, en el segundo imitaba el sonido de las ballenas.
Según el último barómetro del CIS (febrero de 2010) sólo el 22,9% de la población española domina otro idioma. Datos de la OCDE sitúan a España en el antepenúltimo lugar de Europa en lo que a competencia en lenguas extranjeras se refiere (por delante únicamente de Hungría y Portugal), y esta situación no va a cambiar mientras ciertas mentalidades sigan saliendo a flote. Hasta mediado el concierto Martin Tingvall se encargó de las presentaciones en un inglés bastante neutro, apoyándose puntualmente en Omar Rodríguez Calvo para traducir al castellano, como anécdota, el título de algún tema. En una de las ocasiones en que Tingvall se disponía a hablar, una señora del público gritó: “¡por favor, en español!”. El pianista, asombrado, cedió el micrófono a su compañero cubano que, poco más tarde, confesó textualmente: “es complicado, porque siempre presenta él”. Parece contradictorio estar abierto a nuevos sonidos que definen una evolución artística cuando al músico se le niega la propia palabra. Con esta actitud las estadísticas no van a cambiar (y la realidad menos aún).
Por fortuna la mayor parte del respetable sí hizo honor a este calificativo, y entregó a los músicos un calor y un apoyo que éstos devolvieron con creces, dejando para el final lo mejor de su repertorio (“Movie”, “Mustasch”). Martin Tingvall no se confió en ningún momento, buscando constantemente y saltando al vacío sin red a pesar de su extraordinaria técnica pianística. Rodríguez Calvo mostró una digitación privilegiada, muy buena afinación y un groove sólido. Jürgen Spiegel hizo gala de un profundo conocimiento de polirritmias y una técnica asombrosa, con un control absoluto de su pegada y una subdivisión de tiempo perfecta. Los tres rebosaban ideas. En algunos momentos enlazaban una composición con otra de forma espontánea, buscando enlaces armónicos entre temas en tiempo real.
La actuación del Tingvall Trio ha sido otro de los aciertos de este Eurojazz 2010, que nos está permitiendo acercarnos a intérpretes del Viejo Continente que están redefiniendo el jazz gracias a su propia tradición y experiencia. Ya sólo quedan dos conciertos, el de Rita Marcotulli el jueves 29 de abril en este mismo escenario y el de Philip Catherine el 26 de junio en Puerta del Ángel. Esperemos que este concepto de festival se repita o, mucho mejor, se integre en las fórmulas habituales y, de paso, las renueve.