Contra todo pronóstico este año
de crisis hemos podido disfrutar de una nueva edición,
séptima ya, del festival de jazz de la Universidad
Complutense, el Complujazz. Enhorabuena a los responsables.
Este año el evento no se ha celebrado en el bello Jardín
Botánico de la Ciudad Universitaria, sino en el no
menos bello Museo del Traje, situado a escasos cientos de
metros de aquél.
En una calurorísima noche esta jornada final apostaba
por el riesgo con una propuesta nacional y otra estadounidense,
saldadas con desigual resultado. Para abrir boca, el nuevo
proyecto del siempre inquieto Baldo Martínez, un
dúo con una colaboradora habitual, la cantante y
actriz Maite Dono. Ambos han presentado recientemente el
CD Sons-Nús (“sonidos desnudos”),
que abraza por igual al jazz, al folclore y a la poesía
(siempre en gallego). El arranque del concierto complutense
fue toda una tarjeta de presentación: “Hein’
Dir” combinaba una inocencia melódica típica
del folk con cierto aire a Ornette Coleman, mostrando desde
el inicio el impresionante nivel vocal de Maite Dono y el
contrabajístico de Baldo Martínez. A partir
de ahí la música fluyó en distintas
direcciones. Él se apoyó en un pedal de loop
sobre el que secuenciar figuras rítmicas y sucesiones
de armónicos, utilizó diversos efectos sobre
el sonido acústico de su instrumento sin desvirtuarlo
y aprovechó su virtuosismo siempre a favor de objetivos
artísticos. Ella se apropió del escenario,
acariciando con su dulzura melódica y desconcertando
con sus gritos desgarrados, sus susurros evocadores y su
tarareo de niña traviesa. El lirismo y la belleza
daban paso al teatro contemporáneo, el jazz y el
folk al avant-garde y la experimentación
extrema. Baldo asumía su responsabilidad de único
instrumentista con un buen hacer envidiable, y Maite aprovechaba
la rocosidad rítmica y armónica de su compañero
para evolucionar a su gusto. “Tradalah” cerró
un espectáculo de altísimo nivel donde calidad,
atrevimiento, improvisación y raíces se dieron
la mano de forma orgánica. ¿No debería
ser esto, hoy en día, el jazz?
Minutos después el escenario fue tomado por un trío
de saxo (con el único acompañamiento armónico
de un contrabajo), el de JD Allen, tenor muy activo en la
escena neoyorquina y que sustituía al inicialmente
anunciado Fly Trio (Mark Turner, Larry Grenadier y Jeff
Ballard). La disposición de los músicos en
el escenario, con un enorme vacío a su derecha, evidenciaba
la ausencia de un piano. La música sugirió
lo contrario, concebida para esta formación y aprovechando
la libertad de la misma. Durante más de una hora
sin descanso (los temas se sucedían casi sin respiro,
y sólo hubo una brevísima presentación
al final) los tres músicos abordaron un repertorio
donde cabían el hard bop, el funk y
el jazz modal, pero que tenía como faro el espíritu
de John Coltrane, especialmente del Coltrane más
folclórico y espiritual (Africa/Brass, A
Love Supreme, Crescent). Una influencia demasiado
pesada, visto lo visto. Allen recreaba inflexiones, dejes
improvisatorios y fraseos de Coltrane hasta el punto de
hacerse totalmente predecible, pudiendo asombrar tan solo
a los que no estuvieran familiarizados con la discografía
de Trane. El de Detroit enhebraba su discurso sin prisa
y con suma eficacia, pero más que explorar parecía
recorrer caminos transitados una y otra vez, por él
y por otros. Una pena, porque el nivel de los tres músicos
era soberbio. El contrabajista Gregg August hizo un trabajo
excelente, siempre concentrado, escuchando a sus compañeros
y ofreciéndoles el soporte que necesitaban. Rudy
Royston se mostró frenético en la batería,
aportando un continuo contraste con la languidez de su líder.
Fue el único que tomó riesgos de vez en cuando,
saliéndose del guión sin miedo a equivocarse.
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Tras casi tres horas el concierto, y con él el festival,
llegó a su fin. Reiteramos las felicitaciones a la
organización, y seguimos haciendo hincapié
en la idea de que, al final, la mayoría de clubes,
festivales e iniciativas que sobreviven a estos tiempos
difíciles son los que ya estaban aquí antes
de las vacas gordas. Y que sigan por mucho tiempo.