La última vez que Vijay Iyer pisó el escenario
del Johnny fue acompañando al grupo de Wadada Leo
Smith hace dos años. En aquella ocasión lo
pudimos ver haciendo sus aportaciones con el Fender
Rhodes, pero la sólida personalidad del líder
(y del conjunto) en cierta forma contribuyó a que
pasara más desapercibida la calidad de este nuevo
valor del piano.
La carrera de este músico de origen indio está
en continua expansión desde que se diera a conocer
en los 90 con trabajos ciertamente innovadores. Actualmente
mantiene un trío con Marcus Gilmore a la batería
y Stephan Crump al contrabajo, con los que grabó
en el 2009 Historicity, uno de los discos más
aclamados en los últimos tiempos, tanto por la crítica
como por el público en general. Su dilatado historial
está plagado de grandes creaciones entre las que
sobresalen colaboraciones con los saxofonistas Rudresh Mahanthappa
y Steve Lehman (altamente recomendables estos trabajos).
Como a todo gran músico, le faltaba pasar por la
prueba de fuego de enfrentarse en solitario a su instrumento,
algo que ha hecho grabando su primer disco a piano solo.
Ya se sabe que en este caso la exigencia creativa es mayor
y es ahí donde se puede apreciar la verdadera dimensión
de un músico.
Vijay Iyer superó con creces la prueba interpretando
magistralmente la mayoría de los temas de su último
trabajo. Llama la atención en el pianista la forma
que tiene de percutir las teclas. Los sonidos empiezan a
aparecer como extraídos de una caja de sorpresas
y enseguida empiezan a formar combinaciones que se asemejan
a un mantra, a música repetitiva e incluso a cierto
minimalismo. A veces hay que hacer verdaderos esfuerzos
para poder identificar algunas piezas, como así sucedió
con la primera parte de la versión que realizó
de “Epistrophy” de Thelonious Monk.
Iyer construye y reinterpreta abriendo vías por
las que penetra con elegancia y buen hacer. Cuando consigue
su máxima expresividad se sumerge en diversos paisajes
sonoros, en los que ya se impone la improvisación.
Puede evolucionar de momentos complejos, casi caóticos,
a otros más simples, tejiendo los temas como si fuesen
telas de araña que poco a poco van atrapando el oído
hasta que consigue crear la tensión adecuada. A lo
largo del recital no le faltó espontaneidad. Hubo
guiños constantes a clásicos pianistas como
Sun Ra, Monk, Cecil Taylor o Muhal Richard Adams. Las sensaciones
que se viven con Vijay Iyer pueden parecer un tanto vertiginosas
en algún momento, pero son sensaciones verdaderas
que saben transmitir la verdadera esencia de la música.
Una introducción lenta y los temas, poco a poco a
poco, van ganando cuerpo. A la manera de una composición
poética, el autor nos brinda unos primeros apuntes
y después un desarrollo que no sabemos a dónde
nos va a trasladar: como un árbol que va poblándose
de hojas, imposibles de abarcar.
Con “Darn That Dream”, uno de los standards
más reconocibles de la noche, prevalecen los tonos
graves y el dominio de la mano izquierda hace auténticas
maravillas. En esta versión el pianista acorta y
alarga el tema cuando quiere. Tras la calma de un clásico,
enseguida suenan las notas de menos a más de “Giant
Steps” de John Coltrane, que acomete con valentía
y originalidad.
“One For Blount”, compuesta por Iyer, es envolvente
y llena de colorido, un homenaje a Sun Ra de “Friendly
Galaxy”. La interpretación de “Black
& Tan Fantasy de Ellington” fue uno de los momentos
estelares de la noche. Y en sus particulares homenajes,
la pieza “Human Nature”, que popularizó
Michel Jackson, se convirtió en una nueva reinvención.
Vijay Iyer domina todos los estilos en el jazz y ha hecho
una lectura perfecta de los clásicos que más
le han influenciado. En sus conciertos demuestra que ha
aprendido muy bien la lección. Pero a pesar de mostrar
un cierto academicismo, no hay signos miméticos de
otros músicos. A veces puede adentrarse por sendas
abstractas y hacer un jazz más intelectual, pero
también cuenta con una faceta llena de sonidos más
directos, menos rebuscados y más próximos
a los cánones clásicos. Su actuación
hizo diana en el público, hasta el punto que tuvo
que interpretar dos temas más para finalizar la actuación
y el respetable le premió sus gestos con creces.
Siempre es de agradecer que en la programación del
San Juan tengan cabida los músicos nacionales. Y
una buena oportunidad para apreciarlo fue la presentación
del quinteto del guitarrista Juan Camacho. Con cuatro discos
a sus espaldas y un amplio bagaje de actuaciones, el grupo
demostró que cuenta con un gran rodaje y experiencia
a raudales. Es un quinteto muy equilibrado, en el que sus
integrantes cuentan con grandes márgenes para poder
explayarse. El quinteto se encuentra inmerso en plena preparación
del que será su quinto trabajo, tras el buen resultado
de La estrategia del tiempo, disco en que Juan
Camacho demostró que es un gran compositor y sobre
todo creador de nuevas líneas de investigación
musical, en donde prima la exigencia por ofrecer una música
de calidad.
Las piezas están bien trabajadas y el sonido suena
espontáneo, con intervalos en los que se alterna
el protagonismo de los músicos, bien dirigidos por
Camacho. Así, en la pieza que inauguró el
concierto, un solo del guitarrista da paso al grupo y éste
enseguida cede el testigo al pianista Teo Gómez,
para que se alternen en un dúo de bella factura el
guitarrista y el saxofonista. El tema suena con fuerza (“La
furia del artesano”) y tiene un buen desarrollo. En
la segunda composición de nuevo hay buenas alternancias
y combinaciones, con una convincente exposición de
la sección rítmica. Es entonces cuando Juan
Camacho adquiere un mayor protagonismo en una pieza que
mantiene la riqueza sonora y el colorido.
En su “viaje artesanal” hubo piezas de carácter
muy alegre con buenas intervenciones del saxofonista Alex
Cid y otras de corte más intimistas, en las que Teo
Gómez demostró sus buenas maneras al piano.
A modo de calypso empezó un nuevo tema en
el que Juan Camacho demostró ser un guitarrista original
y de registros variados. A su lado tuvo lugar un solo del
saxofonista acompañado por el batería que
llamó poderosamente la atención.
Uno de los mejores temas de la noche, con un gran solo
del contrabajista Arturo Mora, fue “La memoria de
las hojas de la calle ochenta”. Es una composición
de Camacho con amplio margen para que los músicos
se luzcan con la sección rítmica y el saxo
brillando a gran altura. La última pieza “¿Qué
hacer?”, supuso un nuevo lucimiento de la guitarra
de Juan Camacho con la rítmica a todo meter, en una
pieza muy bien lograda que puso el broche final a esta presentación
en el San Juan Evangelista de un quinteto muy a tener en
cuenta en el panorama del jazz nacional.