El idiota ibérico carece de límites. Ya no le sirve alimentarse de la charla continua durante las evoluciones de los músicos, de la risotada socarrona y de ese vano intento de seguir el ritmo percutiendo en la butaca, para desgracia de sus compañeros de fila. La nueva moda es leer el e-mail, enviar SMS o consultar la Wikipedia en el smartphone de turno, provisto este último de una pantalla capaz de deslumbrar a medio recinto.
Por fortuna la presencia entre el público de unos cuantos idiotas fue la única nota negativa de la actuación de The Bad Plus en el madrileño Teatro Lara, una de las últimas de la vigente edición del Ciclo 1906. Los estadounidenses fueron fieles a su estilo mirando hacia delante, con un repertorio basado fundamentalmente en originales de su próximo disco y del reciente Never Stop . De antiguos trabajos tan solo rescataron “And Here We Test Our Powers Of Observation” ( Give , 2004) y “Silence Is The Question” ( These Are The Vistas , 2002). En contra de lo que rezaba la publicidad del evento ( http :// club 1906. es / es / noticias / mostrar / idnoticia /746 ), no abordaron la anunciada interpretación de La consagración de la primavera de Stravinsky.
The Bad Plus es un grupo inusual. Superponen partitura e improvisación de forma orgánica. Colocan capas de figuras rítmicas imposibles sobre métricas más sencillas de lo que parece, conformando un contexto sorprendente y original. Es esa concepción rítmica la que domina el discurso, y este se reparte entre tres músicos que invierten sus papeles en lo que a protagonismo se refiere. El batería Dave King es el más prominente y el que más aplausos se lleva. Su concepto roquero atrevido y ruidoso (algunos pensamos que en exceso) aporta a la banda un toque insolente que contrasta con lo comedido del pianista Ethan Iverson, entregado al trabajo sucio y discreto hasta en la forma de vestir (clásico: traje gris y corbata). Reid Anderson emerge en el centro del trío poniendo orden y dibujando bellas e intrincadas líneas de bajo ejecutadas con precisión. Aunque, si hablamos de precisión, el mérito hay que repartirlo por igual. Impresiona escuchar una música tan compleja interpretada con tanta perfección. Sobrecoge comprobar cómo los tres músicos miden los silencios al milímetro y sorprende el control con el que abordan todo tipo de pasaje. En los lentos sabían rodearse de espacio, en las dinámicas altas nunca perdían el dominio de la situación. King se divirtió utilizando extraños artefactos y Anderson nos divirtió a todos con sus presentaciones en castellano. No es de extrañar que gusten a músicos y no músicos. Dos bises coronaron una excelente actuación.
El Ciclo 1906 ha vuelto a traernos espectáculos de altura. Los músicos han demostrado un gran compromiso de calidad. Ahora solo queda lo más difícil: educar al público.