La cantante Betty Carter falleció el pasado 26 de Septiembre en su casa de Nueva York a causa de un cáncer de páncreas. A sus 69 años estaba considerada como una de las más grandes vocalistas del jazz moderno. Su estilo era uno de los ejemplos más tópicos de aquellas cantantes que usan su voz como si se tratase de un instrumento, sólo que en su caso la audacia con que alteraba la melodía o manipulaba el ritmo de cualquier tema hasta hacerlo irreconocible, la dotaba de una originalidad inigualable. Su carácter insobornable la llevó a colocar siempre sus convicciones artísticas por encima de la búsqueda del éxito comercial, que sin embargo acabó alcanzando al final de su carrera tras su fichaje por el sello Verve y la concesión del Grammy en 1988. Durante esta última etapa destacó además por su labor de descubridora de jóvenes músicos, para los que el paso por su grupo sirvió de auténtica escuela.Había nacido en Detroit el 16 de Mayo de 1929. Allí estudia piano al tiempo que canta en la escuela y la iglesia. Siendo todavía adolescente tiene la oportunidad de cantar acompañada por algunos de los grandes: Charlie Parker, Dizzy Gillespie, Miles Davis, Max Roach... En 1948 abandona Detroit y se une a la banda de Lionel Hampton, sustituyendo su verdadero nombre: Lillie Mae Jones, por el de Lorraine Carter. Ya por entonces da muestras de su carácter resisitiéndose a ceñirse al papel esperado de ella en una formación que sólo le permite mostrar su acrobático "scat", por lo que llega a ser despedida en varias ocasiones. Hampton suele presentarla como "Betty BeBop", apelativo que abandona finalmente por el de "Betty Carter".
En 1951 abandona definitivamente la orquesta de Hampton y se traslada a Nueva York, donde inicia su carrera como solista. La singularidad de su estilo no propicia excesivas grabaciones, por lo que en toda una década sólo registra cinco discos bajo su nombre. Sus actuaciones junto a Ray Charles, con el que graba un disco de dúos a comienzos de los 60, le abren las puertas del éxito. Uno de los singles extraídos del álbum: "Baby, It's Cold Outside" llega a convertirse en un clásico. En 1963 visita Japón acompañada por Sonny Rollins; al año siguiente se presenta en el londinense Ronnie Scott, asombrando al público y a la crítica británicas. Hacia mediados de los 60 canta con músicos de todos los estilos, desde los bluesmen T-Bone Walker o John Lee Hooker, hasta los más avanzados jazzistas como John Coltrane, Archie Shepp o Sun Ra.
En 1969 comienza a actuar con su propio trío y ante los malos tiempos que corren para el jazz, da muestras de su carácter emprendedor fundando su propio sello discográfico: Bet-Car Records, en el que publica una serie de excelentes discos, rescatados en formato CD por Verve tras su fichaje en 1988. El álbum de ese año: "Look What I Got!" le proporciona el premio Grammy. A él siguen un puñado de espléndidos discos: "Droppin' Things", "It's Not About The Melody", "I'm Yours, I'm Mine", en los que se advierte una progresiva sofisticación que casi llega a rozar el amaneramiento. En 1993 crea "Jazz Ahead", un programa de estudios para apoyar a los jóvenes. El pasado año el creciente reconocimiento a su talento culmina en la imposición de la Medalla Nacional de las Artes.
De entre todas sus grabaciones sin duda las más memorables son las registradas en directo, como el reciente "Feed The Fire" (1994) -con la pianista Geri Allen-, "Finally - Betty Carter" (1969), "At The Village Vanguard" (1970), y especialmente "The Audience With Betty Carter" (1979), reconocida como una de las obras maestras del género. La especial complicidad con la audiencia que lograba en sus actuaciones en vivo se asentaba en su fidelidad al espíritu de libertad de una concepción musical que nunca cedió terreno a la adulteración.
Una de sus últimas actuaciones en nuestro país tuvo lugar el pasado año dentro del discreto cartel del Festival de Jazz de Madrid. Venía acompañada por un trío que incluía a un nuevo pianista, uno más que añadir a su larga lista de discípulos (John Hicks, Mulgrew Miller, Benny Green, Stephen Scott, Cyrus Chestnut, Jacky Terrasson...), a los que gobernaba con mano férrea, un trato que rayaba en lo despótico pero que no hacía mas que reflejar su propio nivel de autoexigencia. Incluso el chispeante batería Ralph Peterson se sometió por completo en aquella ocasión al guión dictado por la cantante, que lejos del divismo y la autocomplacencia que suelen caracterizar a muchas de sus colegas de éxito, ofreció un recital en el que la emoción corrió pareja con la invención y el riesgo creativo.