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Mi reflejo en Kind Of Blue

Creo que era el año 93, yo tendría unos 16 años. No llevaba demasiado tiempo fascinado con el jazz, pero mi aproximación a éste ya era bastante compulsiva. A pesar de que mis músicos favoritos eran Louis Armstrong, Coleman Hawkins, Johnny Hodges y Fats Waller, llevaba unos meses obsesionado con un disco de Miles Davis, Relaxin’. Había comprado una copia pirata a más no poder, con un diseño horriblemente chillón, por 595 pesetas, que suponían un gran gasto para mí en aquella época. Pero estaba conquistado por ese grupo, que era el colmo de la modernez para mí. Escuchaba insistentemente la sordina de Miles, el piano de Garland y las entradas de los solos de Coltrane, con toda la banda empujándole con fuerza y me decía a mí mismo: “esto sí es algo nuevo”.

Después me prestaron la autobiografía de Miles y se abrió un mundo nuevo para mí: ¡Todos estaban ahí! No solo Trane, Garland, Chambers y Philly Joe; había centenares de músicos. Algunos me sonaban, otros no, pero poco a poco me iba familiarizando con ellos. Y un día, con algo de pasta que no recuerdo de donde salió, entré a una tienda y compré Kind Of Blue. La edición de los 80 en CD, con la portada cutre y la velocidad de los tres primeros temas sin corregir.

Buf, esto era otra cosa. “So What” me sonaba un poco dura (repito que, por aquel entonces, Lester Young era moderno para mí), aunque “Freddie Freeloader” y “All Blues” me engancharon desde el principio. “Blue In Green” me parecía lentísima, pero “Flamenco Sketches” fue la que realmente me conquistó. La escuchaba una y otra vez y, a medida que pasaba el tiempo, Kind Of Blue se iba hundiendo más dentro de mí.

Ya he dicho que yo era un poco obsesivo (sigo siéndolo; quizá un poco más que antes) y no era capaz de detenerme mucho tiempo en uno o dos discos concretos; necesitaba escuchar más, descubrir toda la música que había ahí fuera.

Algo de tiempo después, una chica y yo conectamos. A todos los efectos yo era un freak y las chicas que me interesaban eran muy pocas, por no entrar en las pocas que podían interesarse por mí. El caso es que esta chica y yo conectamos, y nos sentíamos en la necesidad de mostrar nuestros respectivos mundos interiores, exponernos para ver si algo cuajaba entre nosotros. Así que, cuando coincidíamos, de manera inocente o premeditada, hablábamos de nuestra música favorita, de qué película habíamos visto o de qué libro estábamos leyendo. Todo por alcanzar las coincidencias necesarias para despertar sentimientos románticos en nuestros cuerpos llenos de hormonas.

Una noche que mis padres no estaban, acabamos en mi casa de madrugada. La verdad es que éramos de lo más inocentes y esa ocasión tenía la carga sexual justa, ni excesiva ni ligera. Hablamos y hablamos y, en un momento dado dije: “tienes que escuchar esto”. Kind Of Blue empezó a sonar y, cuando me quise dar cuenta, estaba terminando “All Blues”. En los primeros compases de “Flamenco Sketches” le dije que eso había que escucharlo atentamente, que era lo más tierno y melancólico que se había grabado. Y así nos quedamos, quietos durante algo más de nueve minutos. Quietos y con el corazón palpitando cada vez más rápido. Enamorándonos.

Kind Of Blue es una experiencia que va más allá del jazz y, probablemente, de la propia música. Todos tenemos nuestras historias y nuestras vivencias con él, algo natural tratándose de una obra de arte tan mágica. Ésta es la mía. Esa chica y yo estuvimos mucho tiempo enamorados pero, cuando todo acabó entre nosotros, seguíamos teniendo Kind Of Blue. He llegado a pasar mucho tiempo sin volver a él, pero siempre que lo hago es como lo recuerdo: perfecto. Porque para todo el que lo descubre, siempre llega el momento en el que uno se enamora de Kind Of Blue, pero yo me enamoré por primera vez con Kind Of Blue.

Por eso no sé explicar lo que me hace sentir cuando vuelvo a escucharlo. Sólo sé que mi corazón palpita con fuerza y que siento que tengo el mundo entero ante mí.

 

   
   
© 2009 Yahvé M. de la Cavada, Tomajazz