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Kind Of Blue: la visión del poliedro

Kind Of Blue es un disco de muchas caras. Hay quien lo admira por la clase y el estilo de la música que contiene, quien disfruta de la reunión de figuras que en esas sesiones se dieron cita, quien lo analiza técnicamente sabedor de su importancia en la evolución del jazz y quien lo trata como el objeto de culto en que se ha convertido cincuenta años después. Unos veinte hará que lo escuché por vez primera (nos hacemos mayores), apenas unos días atrás volví a entregarme a él. Muchas cosas, y ninguna en esencia, han cambiado desde entonces.

Mi primera impresión fue la habitual entre el gran público (¡qué rotunda y peligrosa suena esa expresión: “gran público”!): bonito, elegante, agradable. Pero un impulso de desconocida procedencia me animaba a escucharlo más veces y con más atención que otros discos bonitos, elegantes y agradables de su época, con los que empecé a compararlo, descubriendo en él algo distinto al material anterior, incluso al inmediatamente anterior. Guiños folclóricos como el de “Flamenco Sketches” no eran tan habituales en esos tiempos como hoy en día, y el acompañamiento, digamos, “cimbreante” de “All Blues” me resultó original. Pero otras dos fueron las piezas que captaron mi atención por completo: “So What” y “Blue In Green”. Las improvisaciones en la primera me aportaban sensaciones novedosas, reconocía en ellas una frescura y una calidad discursiva que no había notado en otras grabaciones de los años cincuenta. La segunda, balada lenta como pocas, pintaba brochazos impresionistas en un lienzo dominado por el espacio, me sobrecogía y hacía pensar, me inquietaba y me alteraba emocionalmente. Por supuesto incluí rápidamente a Miles Davis en mi galería de ídolos, intensifiqué mi afición al jazz y dirigí mi personal búsqueda del Santo Grial del arte musical hacia la figura del trompetista y sus acólitos.

Años después inicié mis estudios de música y Kind Of Blue se convirtió en un fetiche. No por su calidad de icono ni de producto de consumo, sino por las aportaciones técnicas y estilísticas que presentaba su material para un aprendiz de música moderna. Aún enfrascado en los conceptos básicos de armonía, y sin plena capacidad para moverme por los territorios del be bop, Kind Of Blue me enseñó las posibilidades del jazz modal mejor que ningún texto educativo. Hoy en día disfruto, como músico, de la métrica en seis por ocho de “All Blues” (el “cimbreo”), las inagotables posibilidades de la secuencia de acordes de “Blue In Green” (sigo intentando, sin éxito, aportar color a ese paisaje) y las oportunidades improvisatorias de la armonía modal de “So What”. Hace apenas unos meses se produjo un momento especialmente emocionante cuando, enfrascado en la grabación de mi primer disco como bajista y contrabajista (La estrategia del tiempo, del Juan Camacho Quinteto), incluí al final del tema “Hip Bop” una cita literal de cuatro compases correspondientes a la línea de bajo de Paul Chambers en “So What”, que con tanta fruición estudié en su día. Mi granito de arena. Me enorgulleció homenajear el ilustre pasado de nuestra música, especialmente en un contexto de jazz contemporáneo. Quiera o no (quiero, quiero), Kind Of Blue me acompañará siempre, porque ya es parte de mí, de nuestra historia y de nuestra Cultura.

Creo que era Unamuno (y supongo que muchos más) el que decía que la verdad tiene muchas caras. Caras que aportan complejidad, pero también riqueza. Kind Of Blue es un poliedro de inagotable contenido, un ente artístico del que disfrutar desde muchos ángulos, otro fruto delicioso recogido de la visión de un visionario. Gracias, Miles, gracias otra vez.

 

   
   
© 2009 Arturo Mora, Tomajazz