Corría el año 1957, y Miles Davis estaba en el entonces punto culminante de su
carrera, tras haber grabado el año anterior las sesiones de su primer gran
quinteto (con John Coltrane) y, en el presente, haberse enfrentado a una
original formación orquestal a cargo de Gil Evans en Miles Ahead.
La popularidad de Miles en Europa era cada vez mayor, y a finales de año fue
invitado a ofrecer una serie de conciertos en París a cargo de un combo en su
mayoría local que conformaban Barney Wilen (saxo tenor), René Urtreger (piano),
Pierre Michelot (contrabajo) y el americano Kenny Clarke (batería). Cuando el
trompetista llegó al aeropuerto parisino allí se encontraba esperándole uno de
sus mayores fans: el director de cine Louis Malle. Malle estaba trabajando en su
largometraje L’Ascenseur por L’Echafaud ("Ascensor hacia la horca"), y aprovechó
la visita de Davis para solicitarle grabar la banda sonora de la película. Miles
aceptó, y con ese gesto abrió la puerta a uno de los proyectos que más iba a
aportar a su música, a su búsqueda y al jazz en general.
La grabación se realizó la madrugada del 4 de diciembre, en unas pocas horas,
y sin música de la que partir. No había progresiones de acordes escritas ni
melodía preconcebida alguna. Tan sólo Malle, los músicos y las escenas de la
película como referencia. Los temas que conforman la banda sonora surgieron como
pequeñas piezas, como partes de temas, como bocetos. Miles sugeriría uno o dos
acordes, el grupo ofrecería un robusto soporte rítmico (rayando en algunos casos
en la monotonía) y él improvisaría sobre la diminuta estructura armónica,
intentando dejarse llevar por las escenas del largometraje. De ese modo Miles
obtuvo dos clarísimas conclusiones que iban a marcar todo su trabajo posterior:
- Era posible crear material de calidad sin apenas preparación previa.
- No sólo se podía improvisar sin necesidad de una armonía variada, sino que
el hecho de tocar sobre un solo acorde obligaba al intérprete a ser mucho más
melódico y profundo, excluyendo todo tipo de "trucos" de improvisación
derivados de la variedad cordal subyacente, y ofreciendo una cantidad ilimitada
de posibilidades.
En base a esta segunda conclusión Miles descubrió una alternativa a los
estilos bop y cool predominantes en ese momento. Sus investigaciones
inmediatamente posteriores iban a propiciar la aparición de sus discos
Milestones y Kind of Blue, y con ellos una nueva forma de entender la música
improvisada: el jazz modal. En temas como "Miles" o "So What" el grupo tendría
que apañárselas sobre estructuras de cuatro, ocho o más compases sin variación
armónica ninguna, viéndose obligados de ese modo a sacar el máximo provecho de
sus conocimientos y sus cualidades como intérpretes e improvisadores. Por otro
lado, el hecho de llegar al estudio de grabación sin ideas claramente
preconcebidas, sin partituras, sin haber ensayado previamente como era
costumbre, sedujo tanto a Miles que pasó a formar parte de su "modus operandi"
de ahí en adelante, llegando a ser operativa obligada en sus discos de los años
70.
Ascenseur pour L’Echafaud no puede ser calificado de obra maestra. Como toda
banda sonora adolece incluso de excesiva densidad cuando se escucha la música
aislada de las imágenes a que acompaña. No obstante su valor histórico es
fundamental, y es francamente enriquecedor escuchar los primeros solos de Miles
sobre las estructuras armónicas que iban a servir de embrión para sus mejores
trabajos de los años 60, así como observar la inmensa capacidad de
interpretación del trompetista, puesta de manifiesto en anteriores sesiones con
su quinteto. Lo que ocurrió en fechas posteriores es ya Historia.
Arturo Mora Rioja,
2003 |