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Es curioso que en un arte tan variable y
subjetivo como el jazz se hable tanto sobre órdenes, clasificaciones, premios y
otros conceptos absolutos (el mejor disco de jazz de la historia, el mejor trío
de piano de los años 70, el trompetista más influyente, el grupo all-star del
momento, ...). A pesar de lo paradójico del tema, hay algunos casos que ofrecen
poca discusión, y tal es el de los comúnmente llamados "mejores combos de
jazz de la historia". En tan distinguido grupo suelen encontrarse el
cuarteto clásico de John Coltrane, el trio de Bill Evans (el pianista, por
supuesto), uno de los quintetos de Charlie Parker, el cuarteto sin contrabajo de
Benny Goodman y, por supuesto, el primer gran quinteto de Miles Davis.
Un quinteto que Miles formó una vez
abandonados sus malos hábitos con las drogas, y en un momento de su carrera en
que se auguraba un próspero futuro. Los miembros: músicos de entorno un tanto
extraño para lo que era habitual en esa época, razón por la cual las
críticas llovieron a mares. A saber: Philly Joe Jones, un batería de Filadelfia cuya experiencia estaba centrada en bandas de rhythm and blues, y
cuyo sentido de la pegada le hizo ser calificado de excesivamente ruidoso por
músicos y críticos. Paul Chambers, jovencísimo contrabajista apenas conocido
en la comunidad jazzística del momento. Red Garland, ex-boxeador. Un atípico
pianista a caballo entre la ferocidad bluesística y la sencillez clásica, al
que algún crítico tuvo la osadía de calificar "pianista de bar". Y,
por supuesto, ese chico heroinómano que había tocado con Dizzy Gillespie y
también con bandas de rhythm and blues, y cuyas atrevidas frases y disonancias
no parecían encajar muy bien con el gusto de los boppers y coolers de la
época: John Coltrane.
A pesar de los comentarios de amigos y
teóricos expertos, que animaban a Miles a despedir a Coltrane y a Jones, el
trompetista tuvo bien claro que por fin había encontrado una formación a la
altura de sus expectativas, y el trabajo comenzó. El 16 de noviembre de 1955 el
quinteto grabó The New Miles Davis Quintet (titulado en algunas ediciones como
simplemente Miles), seis temas en los que se podía percibir uno de los sonidos
de grupo más compactos hasta la fecha. Cuatro standards y dos temas originales,
las melodías generalmente a cargo de la trompeta y espacio para solos de todos
los miembros. El nuevo quinteto era contundente, robusto, decidido, pero a la
vez su música impregnaba el ambiente de sencillez, delicadeza y una soltura
casi insultante.
El combo fue contratado para muchas actuaciones
y al año siguiente, 1956, en dos fechas históricas se grabó el material que
conformaría los otros cuatro álbumes: Workin’ y Cookin’ el 11 de Mayo,
Relaxin’ y Steamin’ el 26 de octubre. De estos cuatro discos se ha hablado
maravillas, estando para muchos entre las mejores grabaciones de jazz del siglo
XX (y volvemos a los conceptos absolutos). Los dos primeros en ser editados
fueron Cookin’ y Relaxin’. El primero, cuyo título propuso el mismo Miles
("después de todo eso fue lo que hicimos: fuimos y ‘cocinamos’")
incluye una mágica versión casi rubateada de My Funny Valentine que sería
pieza fija en el repertorio de Davis por muchos años, su original Blues By Five
y el tema de Sonny Rollins Airegin (Nigeria escrito al revés). El disco
finaliza con otro famoso tema de Miles (curiosamente autoatribuido por Eddie
"Cleanhead" Vinson), Tune Up, que se enlaza con una deliciosa
interpretación de When Lights Are Low. El grupo suena aún más compacto que en
su primer disco, y ya se puede escuchar a un Coltrane seguro y rebosante de
ideas, asimilando todo lo que pudo aprender del maestro en esa época.
Relaxin’ es, efectivamente, un disco
relajado. Está compuesto en su mayoria de baladas y tempos medios (con la
excepción de los ritmos cambiantes de Oleo, también de Sonny Rollins), y la relajación
llega al punto de que las voces de los músicos y el productor charlando antes y
después de los temas se preservaron en la edición final. Así, el disco
comienza con Miles comentando a Bob Weinstock: "lo tocaré y después te
diré lo que es". Acto seguido el suave piano de Red Garland introducía If
I Were A Bell. Se notaba que en esta sesión de octubre el grupo se conocía
casi de memoria y sonaban con una naturalidad increíble. Para acabar, tras la
rendición del Gillespiano Woody’n You, Miles dice "¿okey?", el
productor le replica "vuelve a tocarlo", a lo que el trompetista
pregunta por qué, mientras John Coltrane finaliza diciendo textualmente
"¿dónde está el abridor de cervezas?". Realmente relajado.
Posteriormente aparecería en el mercado el
tercer extracto de las dos sesiones, concretamente de la de mayo, y para muchos
– entre ellos el que suscribe - el mejor de los cuatro discos: Workin’. En
él se presentan ocho temas perfectamente complementados, conformando una unidad
con sentido y cohesión, un apasionante viaje por los territorios del jazz. Abre
la balada de Richard Rodgers It Never Entered My Mind, seguida de la
composición propia Four (que también se atribuyo Eddie Vinson posteriormente),
el In Your Own Sweet Way de Dave Brubeck y The Theme (take 1), el pequeño
boceto con que el quinteto solía finalizar sus interpretaciones en directo
(incluso durante los años 60), a modo de primer pase. Un momento para tomar
aire y los cuatro temas restantes: Trane’s Blues, el divertidísimo Ahmad’s
Blues en trío (un trío, el de Red Garland, que llegó a funcionar como grupo
estable), y Miles y Trane vuelven a aparecer para tocar Half Nelson y, no podía
ser de otra forma, acabar con una segunda toma de The Theme. Workin’ es uno de
esos discos que apasiona a aficionados, músicos y críticos. Es materia de
estudio, de deleite y de contemplación y - perdón por ser, nuevamente,
absoluto – no debería faltar en la discografía de ningún aficionado al
jazz.
Finalmente, las grabaciones restantes se
editaron en Steamin’. Cinco temas de la sesión de mayo y uno (el Monkiano
Well, You Needn’t) de la de octubre. Ningún tema propio, pero de todo un
poco: velocidad y ataque en Salt Peanuts, medio tiempo enérgico en Surrey With
The Fringe On Top (Richard Rodgers) y el mencionado Well, You Needn’t y, por
supuesto, delicadeza infinita en las baladas (Something I Dreamed Last Night,
Diane, When I Fall In Love). El contrabajo de Paul Chambers se muestra
incansable, la batería de Philly Joe Jones levanta los temas con contundencia
pero sin brusquedades, el acompañamiento de Red Garland es absolutamente sutil,
y sobre los solistas todo está ya dicho.
Aparte del contrastado nivel de los cinco
integrantes del grupo (conocimiento, capacidad improvisatoria, decisión, osadía) uno de los componentes que encumbró definitivamente a la formación fue
el contraste. Contraste entre un solista tan económico y melódico como Miles
Davis y un torbellino en acción como John Coltrane, entre el piano delicado de
Red Garland y la enérgica batería de Philly Joe Jones, entre el contrabajo
swingeante en pizzicato de Paul Chambers y sus solos con arco, y el hecho de que
la sección rítmica fuera capaz de amoldarse a las necesidades de cada momento.
Tempos rápidos y lentos, medidos y rubatos, explosivos y delicados. Las
inexistentes dinámicas del bebop y las exploraciones melódicas del cool
estaban dando paso a estilos híbridos más complejos donde la capacidad de
asimilación de los conocimientos previos eran lo más importante. Miles lo
sabía, y para su regocijo había encontrado a los músicos más indicados.
Por desgracia problemas de diversa índole
provocaron la ruptura del quinteto en la primavera del 57, y Miles siguió
evolucionando estilísticamente para darnos más joyas de la música moderna.
Afortunadamente conservamos estos cuatro discos que, si bien no dan la medida de
lo que este combo pudo hacer en sus directos, no están nada, nada mal.
Arturo Mora Rioja
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